domingo, 13 de octubre de 2013

La tristeza del samurái de Víctor del Árbol

La tristeza del samurái es el título perfecto para esta novela. Tristeza, porque hay mucha, tanta que desborda las páginas y acaba contagiando a quien la lee y Samurái por el código de honor, por la lucha interna entre actuar por obediencia debida o dando libertad a los sentimientos, a los ideales y a los principios morales.

Víctor del Árbol ensambla un argumento compuesto por diversas piezas, algunas pequeñas, otras más grandes, con la habilidad y la pasión de un relojero artesano. El resultado es un retrato social de una posguerra que duró más que la propia guerra y cuyo regusto amargo aún se evoca en actos políticos incomprensibles como la reciente distinción pública a miembros vivos de la División Azul.

Aunque visto lo leído en la novela tal vez algunos de los que la formaron no lo hicieran por odio a los rusos, rojos, comunistas, o por devoción a ideas facciosas sino para evitar una más que probable ley de fugas y en donde ir a matar podía equivaler a sobrevivir.

La novela recrea episodios perfectamente verosímiles y seguramente algunos incluso verdaderos, aunque enmascarados por la ficción puedan parecer recursos narrativos. Atrapa los instantes en que nuestra democracia, aún con pies de fango, se desespera por intentar a andar y en donde los más avispados del antiguo régimen calzan botas de caña alta para atravesar ese fango y evitar que sus pisadas figuren como huellas en los lugares donde se masacró humanidad bajo el amparo de disciplina castrense pero muchas veces, en realidad, respondiendo a intereses propios.

Es una novela triste, porque en ella no hay motivo para la alegría y menos para la risa. Es una novela triste porque a sus protagonistas les han arrebatado incluso la luz del sol que se ha convertido en patrimonio de unos pocos que tampoco la disfrutan ya que se esconden bajo cerradas gafas negras.

María Bengoechea de 35 años, abogada de éxito, está en el hospital convaleciente y tiene el conocimiento del porqué de unos hechos y el inspector Marchán, paciente a su cabecera, espera que ella le cuente lo que sabe. Le cuente porque se ha llegado a lo que se ha llegado; espera obtener información suficiente para aclarar unos actos criminales y para cerrar una detención largo tiempo acariciada por otros antes que él y no conseguida. Y María piensa confesar la verdad, escribirlo todo y ser concisa y veraz.

La novela empieza en 1981 aunque lo que en ella se cuenta empezó tiempo atrás, en mayo de 1941. Como telón de fondo del tiempo presente de esta década de los ’80 están los atentados y crímenes de los radicales de uno y otro bando, ultras y etarras, y el intento fallido de golpe de estado de Tejero. Como telón de fondo del tiempo pasado en aquella década de los ’40 está la purga de los vencedores, la obtención de privilegios y la campaña de invierno en Rusia como aliados de los nazis.

Y así saltando entre décadas se va armando, capítulo a capítulo, un argumento compacto y redondo. Y lo hace con oficio de literato. Para nada el autor se vale del salto temporal tipo thriller atrapalectores; al contrario su elegancia narrativa va desgranando los hechos necesarios en cada momento de la lectura para facilitar la comprensión total de la intención primera.

Rencillas familiares, traiciones, juegos de espías, suicidios, asesinatos, torturas, maquinaciones políticas y maquinaciones policiales, todo piezas de un único engranaje, nada nuevo bajo el sol ni en este genero literario, pero bien contado suena mejor. Todo engarzado para explicar el deseo de compensar la pérdida. Algo imposible de obtener cuando lo perdido no es un objeto reemplazable sino la vida humana.

El autor rodeado de cómplices de Negra y Criminal
Ante la muerte solo permanece el recuerdo, el sentimiento, la nostalgia y el ayer y el amor que perdura por encima de todo y para siempre, pero que se demuestra insuficiente para afrontar la pérdida.

Estamos ante una gran novela de prosa elegante y comedida que rehuye de artificios y de sensacionalismos. Estamos ante una gran historia. Y se agradece.

2 comentarios:

  1. He oído y leído hablar muy bien de esta novela.
    Saludos!

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    1. No es para pasar el rato sin más; es para sentirla, sin reparo a llorar.
      Un abrazo Ethan!

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