martes, 24 de marzo de 2015

Sidra sangrienta de Peter Lovesey

¿A que sabe la sidra sangrienta?
Sidra sangrienta. Sangrienta como el color de algunas de las manzanas que se emplean para hacerla. Sin sangre su color es amarillo pajizo. Su sabor, ácido sin llegar a amargo. ¿A que sabe la sangre? ¿A que sabe la sidra sangrienta?

En 1964 el profesor, de la Universidad de Reading,Theo Sinclair recibe la visita de Alice Ashenfelter. Y su vida da un vuelco espectacular.

Theo Sinclair, un medievalista con todos los tics que se le supondrían a alguien tan interesado por la antigüedad que se diría que vive en ella, no sabe cómo reaccionar ante la modernidad y el desparpajo de Alice y opta por dejarse llevar a pesar de su reticencia inicial.

Su memoria debe retrotraerse a 1945, cuando teniendo 11 años testimonió en un juicio por el asesinato Donovan. Por un asesinato al que la prensa dio en llamar el Caso de El Cráneo del Barril de Sidra acaecido cuando él solo tenía 9 años. Una edad en la que sacar conclusiones no es fácil y cualquier visión impactante puede tener efectos inesperados en la capacidad de razonar.

Fue en Somerset. Donde vivía temporalmente acogido en casa de los Lockwood como refugiado mientras duraban los bombardeos alemanes en Londres.

Sidrería
Duke y Harry dos soldados americanos confinados en esa remota zona a la espera de desembarcar en Europa y librar las batallas necesarias para liberar al continente confraternizan con los Lockwood y colaboran en la recogida de manzanas y en la elaboración de sidra.

Poco se imagina nadie que está a punto de suceder una tragedia.

Una tragedia hoy ya olvidada, con el paso de los veintiún años transcurridos. Menos para Alice quien retoma el hilo de la historia y elabora una teoría alternativa a la oficial y cuya constatación no está exenta de peligros.

Esta novela policial discurre por los caminos de la memoria y pone en cuestión cuánto hay de verdad en lo que recordamos y cuanto de añadido. Cuanto de vivido y cuanto de imaginado.

La novela le sirve también a su autor Peter Lovesey para dar muestras de su sutil humor británico al enfrentar a un profesor británico de vida convencional con una joven guapa y atractiva americana del estado de Connecticut.

La novela, en su cariz policiaco, juega al despiste, necesario e imprescindible, pero sin engañar al lector, resultando un digno trabajo detectivesco.

Pueden completar la lectura con el filme 'Que noche la de aquel día' protagonizada por Los Beatles y estrenada ese mismo año 1964, que aunque de nula incidencia en la novela y el caso policial tratado y de poca trascendencia cinematográfica cuenta con la música, la ropa y el comportamiento de ese 1964. Y además acaba de cumplir 50 años.

Otras novelas de Peter Lovesey reseñadas en este blog:




domingo, 15 de marzo de 2015

Última sesión de Marisha Pessl

La última sesión en un cine
siempre acoge las auras de los
espectadores
de las sesiones anteriores
Última sesión es una novela negra en la que investigar lo sucedido y descubrir al culpable no tiene fines justicieros ni vengativos. Tiene como único fin saber. Conocer porqué Ashley ha tenido el final que ha tenido. Y si podría haber tenido alternativa.

Ashley Cordova aparece muerta en el hueco de un ascensor en un edificio en obras. Parece un suicidio pero también puede ser un asesinato incluso un accidente.

El conocimiento de los movimientos y pensamientos de los días anteriores a su muerte pueden dar la clave para interpretar correctamente el hecho y entenderlo.

Y de ahí que Scott McGrath, un escritor de éxito y periodista de investigación reconocido hasta que un asunto se torció y lo mandó de la liga de las estrellas al ostracismo, resuelva intervenir en esclarecer los hechos. Tiene una cuenta pendiente con el padre de la víctima: Stanislas Cordova y esa puede ser una buena manera de devolverle la pelota.

Ashley Cordova
Ashley Cordova, una joven guapa, inteligente y especialmente dotada para la música, virtuosa del piano desde tierna edad ha desaparecido del mundo de los vivos y su ausencia preocupa a más de uno.

Stanislas Cordova es el director de cine de terror psicológico por excelencia, el director de culto que ganara un oscar con Empulgueras, una de sus películas más alabadas. Y todo pese a su truncada carrera y a su absolutamente nula presencia en los medios.

De sus películas se ha llegado a decir que mezclaban escenas interpretadas con escenas reales de dolor, de sangre y de muerte. Por eso están fuera de circuito comercial. Por eso Cordova ha desaparecido como un eremita. Por eso sus películas son visionadas de forma clandestina mediante convocatorias aún más secretas.

Sus fans, los cordovitas, se comunican en una Web, verdadera devoción mesiánica, que reside en servidores del Internet oculto, del Internet no indexado, del Internet Onion.

Empulgueras
Todo alrededor de los Cordova permanece confuso. Nadie sabe donde está Stanislas ni a que se dedica. Todo son hipótesis y suposiciones y cada uno de los protagonistas de esta novela que ha tenido que ver con ellos en algún momento de su vida, explica sus recuerdos y sus vividas impresiones.

Como imágenes reflejadas en fragmentos de un espejo roto, algunos se complementan, otros se solapan, otros ofrecen distintas perspectivas, pero todos ayudan a conformar una imagen de lo duro y a la vez adicto que resultaba vivir y trabajar con Stanislas Cordova.

El entorno de los Cordova puede tener respuestas a la muerte de Ashley. Pero el hermetismo que rodea a la familia del director, a su vivienda, a su obra y a su persona resulta tan impenetrable que se diría que conjuros y hechizos de magia negra actúan como guardaespaldas protegiendo como celosos cerberos.

Scott McGrath y una ayuda inesperada en forma de colaboradores reclutados por las circunstancias: un joven camello y una joven aspirante a actriz, tratan de penetrar en esa espesa negrura, en esa densa oscuridad, en esa atmósfera asfixiante y encontrar las respuestas que abran las cortinas y dejen pasar la luz.

Marisha Pessl
Marisha Pessl presenta una novela en un formato novedoso ya que integra falsas páginas sacadas de Internet, informes médicos e informes policiales de modo que compone una novela multimedia (solo le falta movimiento y sonido).

Una novela que ha supuesto un magnífico trabajo de recopilación de datos para crear un universo tan real que resulta imaginario. Tan verídico que es mentira. Y eso demuestra hasta que punto esta autora es capaz de absolver de la realidad la esencia vital, despreciando los tics, para recrearla en una ficción.

La novela adolece sin embargo de una prosa contagiada de la trama espesa y dubitativa a pesar de presentar una estructura argumental adictiva sin que los personajes, en contraposición a la complejidad de la trama, consigan estar a la altura.

La novela negra inicial acaba tornándose un thriller que, con algunos tropiezos, consigue infundir esa sensación de piel de gallina cuando se supone que lo sobrenatural predomina sobre lo científico. La agobiante sensación de estar protagonizando una película de Cordova puede agrietar hasta la mente más robusta. Estremece solo de pensarlo.

Marisha Pessl muestra como toda búsqueda puede no tener el final previsto al comenzarla. 

Como la obsesión puede obnubilar la ecuanimidad de los pensamientos y como de predispuesta está la mente humana a dejarse arrastrar por los vientos de la fantasía y cerrar los ojos a lo evidente, simplemente porque el deseo de que sea como queramos es más estimulante.

lunes, 9 de marzo de 2015

El maldito: tres días muerto de Cullen Bunn y Brian Hurtt

El maldito (The Damned) es una serie de cómics protagonizada por un tipo de aspecto taciturno y resignado que sobrelleva como puede una maldición demoníaca que le permite morir pero no permanecer muerto: tiene la involuntaria facultad de resucitar al contacto con un vivo.

En este primer tomo se agrupan los cómics que conforma el primer arco argumental de la serie bajo el título El maldito: tres días muerto.

Eddie Morgan, el protagonista, él es el maldito, sabe nadar y guardar la ropa por lo que sabe mucho de todos y sabe donde, cuando y como moverse, lo que lo faculta a tratar con todas las partes.

Por eso es elegido para intervenir como intermediario en un intento de tregua que ha de evitar una guerra de bandas de… demonios. La naturaleza de estos seres convierte lo que debería ser una gang band convencional en algo original que utiliza argumentos insospechados y estimulantes en el posicionamiento de las familias, la de Alphonse Aligheri y la Bruno Roarke, por controlar el tráfico de almas. Han leído bien, almas y no armas; para eso son demonios.

Eddie no parece tener oficio, aunque muestra maneras y comportamientos con dosis de ingenio e inteligencia y habilidades de detective privado que son las que le permiten ir sorteando las complicadas situaciones, reyertas, trampas y persecuciones, en las que se va a ver involucrado en su misión.

El cómic es de serie negra pura pero al encuadrarlo en un mundo sobrenatural convierte esa América, de la época de la ley seca y el gatillo fácil, en un escenario de fantasía donde un demonio de nutrida y sofisticada cornamenta, como los mamíferos astados cuantas más puntas más respetable, puede ser más aterrorizador por su posición que por su condición.

La historia es un compendio de personajes imprescindibles del género: mafiosos, guardaespaldas, soplones, femme fatale… que se mueven por los lugares que nunca deben faltar en una buena historia de serie negra: suntuosas viviendas, opulentos despachos, selectivos burdeles y hediondos callejones, claustrofóbicos rings de boxeo y mortecinos moteles.

Protagonistas y lugares adecuados para desarrollar una ingeniosa historia de suspense ambientada en lo fantástico y con toques esotéricos. No todo guionista es capaz de tejer algo coherente con estos mimbres y Bunn lo borda.

Cullen Bunn narra con ritmo vivo un argumento complejo, variado y dinámico que, sin salirse de la línea del genero negro, se permite humor y sorpresas al jugar con protagonistas del inframundo más aferrados a los placeres y deseos que cualquier humano, tal vez por su naturaleza más viciosa y pervertida.

Brian Hurtt compone la visión gráfica iluminada con multitud de gamas de grises y con un dibujo de trazo elegante y sinuoso que evoca en muchos momentos al del maestro Will Eisner, e incluso se permite viñetas cómicas, gracias al pie que le da el guionista, que se dirían extraídas de planchas de Spirit.

En la historia se cuenta incluso el porqué los demonios viven con los humanos y también se habla del limbo y de su importancia como transito de la vida a la muerte. El argumento es prolífico en detalles y no deja ningún cabo suelto por lo que, una vez superada la sorpresa inicial de tratar con demonios, nada es gratuito.

El trabajo combinado de ambos, Cullen Bunn y Brian Hurtt, ofrece una historia integral de serie negra que recuerda al cine negro de la época y en su aspecto más purista no olvida la parte sensible y romántica hábilmente trenzada con numerosas situaciones violentas y otras de ruidosa balacera.

El cómic se disfruta y se paladea con fruición, como ese caramelo que resistimos a tragar. Toda una sorpresa para los amantes de lo noir y un festín para los que disfrutan de los híbridos; ambos encontraran multitud de guiños a grandes obras de la literatura, del cine y del mundo del cómic, como el ya mencionado Spirit.


Esta es una de esas publicaciones que, lamentablemente, se escapan de vez en cuando al radar y que gracias a la recomendación de Roberto Corroto he podido recuperar y sobre todo disfrutar.

En EEUU la serie ha tenido continuación en Damned: Prodigal Son (El hijo pródigo) segundo arco argumental que si se ha publicado en Francia (Les fils prodigues), pero por aquí de momento no hay noticias de su publicación.

En EEUU también se han interesado tanto por adaptarla al cine como para televisión sin que hasta el momento haya cuajado. Pero al tiempo.

viernes, 6 de marzo de 2015

Víctor Ros serie de TV

La serie de televisión Víctor Ros es una libre adaptación de las novelas policíacas de Jerónimo Tristante. De novelas documentadas históricamente de forma rigurosa con un toque de amenidad y con mucha aventura, intriga y acción.

El primer episodio presenta a un Víctor Ros siendo un crío de barrio, del de La Latina, más listo que el hambre y que encuentra el sentido a su vida en una comisaría. Y es tal la asimilación que reescribe su destino y lo encumbra como el mejor inspector de policía de Madrid de aquel entonces.

La serie presenta una compleja recreación de paisajes, calles, coches de caballos e inmuebles para crear la ambientación adecuada a ese finales del siglo XIX que no disimula su artificial factura sino que la exhibe sin complejos a modo de juego de ordenador y que aceptada así tiene un pase pero que a ojos críticos y sobre todo de profesional no pasa el corte.

Una interpretación, en general, de personajes dignamente representados, algunos muy y muy creíbles, hace el resto. Los actores, muy metidos en su papel, se supeditan al personaje lo que equivale a decir que transmiten credibilidad por los cuatro costados. Claro que se ven ayudados por unos diálogos muy medidos, que algunos sueltan sin dicción, pero que la mayoría los declama desde dentro.

Los personajes elegidos representan distintos oficios y beneficios de una sociedad clasista, burguesa y machista, en la que el dinero y el poder lo son absolutamente todo, en oposición a la representación de la gente de barrio para los que la amistad, la generosidad y la solidaridad es lo más importante.

Esta denuncia social está presente en toda la serie lo que supone enmarcar las historias en una realidad histórica muy loable.

Toda la serie mantiene una subtrama lineal, de forma harto hábil como para despistar al espectador, mientras cierra casos capítulo a capítulo, con una evolución en la investigación lo suficientemente ingeniosa como para no anticipar el desarrollo, por lo que consigue atrapar la atención y sorprender al final retomando el principio. Todo un uróboros en su forma circular y en su eterna lucha, en este caso del bien contra el mal.

Solo un pero le es reprochable, y no a la serie Víctor Ros en particular sino a las series de factura española y es ese, suponemos que por exigencias comerciales y de rentabilidad, exceso de metraje que lleva a los 75 minutos de capítulo, que tiende a ralentizar lamentablemente el ritmo.

Aunque en este caso podría justificarlo el haber tenido que condensar novelas enteras en episodios y eso no es fácil, y menos aún consiguiendo que el argumento original quede perfectamente comprensible. No sé qué opinará Jerónimo Tristante al respecto.

Los textos de crédito se presentan en una entradilla dinámica, original, elocuente y suficientemente interesante como para que el gusanillo de la curiosidad en conocer el contenido se instale en el espectador.

Una recreación de factura mejorable

Una vez más, y es algo que siempre suele cumplirse, cuando los guiones están sustentados en novelas, la calidad del producto final, salvo manazas chapuceros, supera el listón.

Una serie digna y seria que de momento no tendrá segunda temporada. Y es una lástima porque se lo merece por ser una serie muy recomendable. Y si tienen ocasión no dejen de leer las novelas.





lunes, 2 de marzo de 2015

El ladrón que citaba a Kipling de Lawrence Block

El erudito Bernie Rhodenbarr es
El ladrón que citaba a Kipling
Bernie Rhodenbarr ha adquirido una librería de viejo en un intento de apartarse de la mala vida de ladrón, aunque para él sea una pasión más satisfactoria que mala, y de acercarse más a la literatura que resulta que es otra de sus pasiones.

Ubicada en la calle Once entre Broadway y University Place en la isla de Manhattan de New York, conserva el nombre de Librería Barnegat de cuando el propietario del negocio era el viejo Litzauer.

Pero el pasado, como el cartero, siempre llama dos veces y si el encargo, él que nunca acepta(ba) encargos, resulta que es para robar un libro, al parecer un ejemplar único que para alguien tiene el mismo valor que un incunable, y resulta que está tan bien pagado como para no dar golpe en mucho tiempo y poder seguir con la librería, que no da casi ni para cubrir gastos, pues merece la pena aprovecharlo.

El encargo parece fácil: sólo debe sustraer un librito de Rudyard Kipling titulado La rendición del fuerte Bucklow, de un domicilio particular. Pan comido.

Y he aquí que Bernie, que ya nos tememos no va a escarmentar nunca, vuelve a lo que le resulta fácil: robar. Si eso también, pero quería decir lo que le resulta fácil de verdad: meterse en líos. Y lo consigue de nuevo.

Rudyard Kipling
Y otra vez va a encontrarse con un cadáver prácticamente en brazos. Y una pistola prácticamente humeante. Y de nuevo a salir huyendo y estrujarse las meninges para encontrar al verdadero culpable, antes de que la policía lo detenga y lo condene por homicidio en primer grado.

Contacto, encargo, robo, homicidio, huída, piso franco, ayuda externa, ayuda intra-policial, investigación y resolución del caso: todo el repertorio clásico en los argumentos que Lawrence Block prepara para su simpático y habilidoso protagonista. Todos los casos iguales y todos distintos.

Y que como no podía ser de otra manera, cuenta con la inestimable ayuda de una chica guapa e intrépida, Carolyn Kaiser, aunque en esta ocasión no haya sexo por medio por razones obvias (al leerla sabrán porqué), aunque si comparten vivienda y falafel.

Y cuenta también con la valiosísima colaboración, para nada desinteresada, todo hay que decirlo, del esforzado e integro policía Ray Kirschman.

En esta tercera novela de la serie, nos encontramos con un argumento más retorcido, en el buen sentido de la palabra, que en las dos anteriores que lo presentaban más ligero, incluso ingenuo. En esta ocasión la trama es más compleja y por tanto el caso más embrollado y la solución más interesante.

Aquí el whudunit se presenta en todo su esplendor. Los sospechosos son los que son y el caso se resuelve con reunión conjunta en típico final tomado prestado a Hércules Poirot en un épatant final.

Lawrence Block nos ofrece las novelas de Bernie para un uso desmedido de entretenimiento agradable. Lectura placentera y amable.

Recuerden las reseñas de las novelas anteriores de esta saga:

  1. Los ladrones no pueden elegir
  2. El ladrón en el armario