domingo, 30 de octubre de 2016

Presas fáciles de Miguelanxo Prado

El corrupto, el depredador, la hiena,
siempre busca presas fáciles.
Cuando la crisis, si, esa crisis provocada por la ambición desmesurada de algunos, deja de cobrarse bienes y pasa a cobrarse vidas es que la situación es terriblemente desesperada. Y ahí está la Trilogía de la Crisis (Con el agua al cuello (2011), Liquidación final (2012) y Pan, Educación y Libertad (2013) de Petros Márkaris para recordarlo.

Mientras tanto aquí, érase una vez un país imaginario donde gobernaban  militares golpistas que cedieron su poder por ordeno y mando, menos mal que la obediencia es en ellos una virtud, a los políticos que empezaron a endeudarse hasta el punto de que ponían la cara pero quienes en realidad gobernaban eran los empresarios asociados con la banca, el dinero es el mejor aliado del poder cuando no lo sustituye y ya si eso llegaron los corruptos, que es un híbrido entre la clase política y la clase empresarial y bancaria, que es la hidra que sobrevive y que hoy por hoy gobierna de verdad en ese país imaginario.

Lo que tiene la corrupción es que los que se enriquecen lo hacen a costa de empobrecer a otros ya sea directamente, comiéndose sus ahorros, o indirectamente mermando la cantidad y la calidad de los servicios públicos a los que tienen derecho los ciudadanos (y que a ellos, los corruptos, les trae al pairo ya que solo usan servicios privados): sanidad, enseñanza, transportes, condiciones laborales…

El corrupto, el depredador, la hiena, siempre busca Presas fáciles.

Algunos de los afectados en negativo se hunden en su desesperación. El suicidio aparece como una alternativa al descredito (irónica esta palabra que encaja a la perfección con la situación económica y bancaria), a la ruina, al desahucio. El suicidio por impotencia. Mientras los ricos enjuagan sus lágrimas, de risa por salir bien parados, con billetes de cincuenta euros porque es lo más pequeño que llevan encima.

Pero la crisis también se cobra otras vidas y estas no son suicidio sino asesinato, que es la otra forma que tienen los desahuciados de ver la desesperación: que paguen los que la provocaron; que no se vayan de rositas.

Y en estas estamos cuando arranca el cómic: unas muertes se suceden con tal rapidez que el azar queda rápidamente descartado. Las muertes no parecen ser accidentes y las víctimas parecen seguir un patrón.

Página interior de Presas fáciles
La inspectora Olga Tabares y su equipo policial son los encargados de investigarlas y aunque todos parecen tener clara su finalidad les cuesta ver la relación entre ellas que les permita identificar al culpable.

Miguelanxo Prado ha tomado de la realidad perpetuada en las hemerotecas el pulso de la situación en la calle y en las familias y ha engarzado titulares y episodios sueltos para terminar hilvanando una historia de novela negra que ha dibujado para conseguir un comic noir.

El acabado es a lápiz empleando, pues, negros, grises, blancos ensuciados y blancos por ausencia de grafito. Oscuro y deprimente, el color ha huido, hastiado, de la realidad, como la situación de los muchos que sin quererlo ni saberlo les hicieron firmar ventajosas perspectivas económicas y les han arrebatado el futuro y otros a los que les llenaron la cabeza y el bolsillo de liquidez, en la cabeza para no pensar y en el bolsillo para gastar, sin considerar que la deuda contraída era transgeneracional.

Hay quien recuerda que por unos instantes el bienestar estaba en sus manos, y al cabo de poco, como un puñado de arena de la playa, desaparecía entre sus dedos para dejar solo la humedad de las lágrimas ante una mano vacía tendida al aire.

Mano tendida que nadie estrecha, nadie llena y todos rechazan. Mano que se cierra crispada y amenaza al aire. Mano que golpea. Mano vengadora. Mano justiciera. Justicia poética.

domingo, 23 de octubre de 2016

Aguacero de Luis Roso


Aguacero: ambientación perfecta en un
noir rural de la España.
Aguacero es un intenso y magnífico noir rural donde el barro y la lluvia son tan protagonistas como las personas y supone el brillante debut en novela negra de Luis Roso.

Un debut pasado por agua porque esta no ceja en su empeño de ser protagonista a lo largo de toda la trama, y esta persistencia es tan vivida que cada vez que se levanta la cabeza de la lectura y se ve la placidez de una tarde de sol otoñal parece que se haya vuelto de un viaje intertemporal.

Debut pasado por agua pero para nada aguado, habida cuenta de la calidad que se reconoce en cada línea de escritura donde todo está medido para que ajuste sin apretar.

Estamos en1955: demasiado poco tiempo desde el final oficial de la guerra civil española. Insuficiente como para olvidar, no hablemos ya de perdonar desmanes, afrentas y peores. Había que cuidar muy bien que se decía y a quien por estar en terreno abonado de rencores expectantes de recolectar venganzas.

Aguacero es una novela negra de la España negra que crecía inaugurando pantanos en el No-Do. En una época en la que el Movimiento no dejaba mover a nadie.

Ernesto Trevejo, de treinta y tantos, inspector de la Brigada de Investigación Criminal en Madrid es enviado a dar soporte a la Guardia Civil de Las Angustias, un recóndito lugar de la sierra madrileña elegido como enclave para construir un pantano. Un cuádruple asesinato, dos guardias civiles y el alcalde y su esposa, especialmente truculento conmociona a las altas esferas del gobierno que quieren una pronta solución.

El inspector cuenta con la ayuda logística del joven agente Aparecido, un acierto de personaje, y con él va progresando en una investigación entorpecida por la lluvia y por el hermetismo que suele ser el habitante destacado en las zonas rurales.

Su presencia, una piedra en el zapato, es acogida por el capitán de la guardia civil con fría profesionalidad y sin pizca de entusiasmo y por el resto de la población con expectación y suspicacias: el alcalde, el cura, el juez, el médico, el rojo, la maestra, la prostituta, el hostalero, un noble venido a menos, el encargado de las obras de la presa y su capataz. Estamos claramente ante una novela de protagonistas.

Luis Roso debuta en la
novela negra con Aguacero
Luis Roso parece recrear un episodio de Crónicas de un pueblo, serie de TVE de los ‘70, pero lejos de ofrecer la imagen idílica forzada por la censura, ofrece una imagen real con todas las miserias del régimen, físicas y morales, al descubierto y con una trama que por su probabilidad y posibilidad destila veracidad en todos sus párrafos.

Hay autores que para recrear una época pasada abusan de las descripciones buscando facilitar la comunión del lector con el escenario y solo consiguen que se vea el entramado que se oculta detrás del proscenio; Luis Roso ha escrito sobre esa época como si estuviera en esa época, incluidos el léxico, los chascarrillos y las expresiones habituales que componen brillantes diálogos, por lo que no ha precisado de ningún artificio para lograr que la ambientación sea natural y real y además rural.

El argumento refleja el contexto histórico de un franquismo que, lobo con piel de cordero, quiere hacer creer que la guerra es agua pasada y que ahora lo que importa es que España mire hacia delante y así abrir puertas al mundo, que el aislamiento no lo prescribe ningún médico.

La novela resulta una hábil mezcla de, por un lado, costumbrismo histórico, social y político, que sorprende agradablemente por su realismo y crítica ironía y por el otro de intriga policial que presenta suficientes giros en la investigación como para evitar que esta se cierre antes de tiempo alargándola hasta el final. Un final heterodoxo y valiente, digno del desarrollo de la trama y de un suspense narrativo que lo demandaba a voces.

Luis Roso hace un guiño al lector homenajeando a Lorenzo Silva y a la pareja protagonista de sus novelas: Bevilaqua y Chamorro, al ponerles nombre a dos de los guardia civiles: Ramón Belagua Silva y Víctor Chaparro Lorenzo.

Si no la conocían, ahora ya no tienen excusa y se la recomiendo como agua de mayo, aunque que estemos en otoño.

lunes, 17 de octubre de 2016

Crimen en el paraíso temporada 5

Crimen en el paraíso:
un whodunit británico en el Caribe
Cada vez resulta más difícil sobrevivir a una estancia en Saint Marie (Guadalupe en la realidad) y si no vean los cuarenta capítulos que ya emitido esta serie de Crimen en el paraíso a lo largo de sus cinco temporadas y comprobaran como el ratio de asesinatos por habitante no tiene igual en ningún otro lugar, por suerte para los televidentes.

Los guiones de Crimen en el paraíso por lo que se refieren al acertijo que supone el asesinato, lo más destacado de la serie, son elaboradas narraciones cortas dignas de figurar en cualquier recopilación homenaje a la edad de oro del policial británico de principios del siglo XX.

Los asesinatos a resolver siguen ese patrón que va desde la habitación cerrada al lugar imposible, siempre como un intrigante acertijo que hay que desentrañar y que aun teniendo las claves para hacerlo no siempre resulta fácil pero el inspector Humphrey Gordon lo logra con una mezcla de capacidad analítica e inspiración súbita derivada de cualquier situación tendiente a la jocosidad que hace trivializar la parte policiaca para convertirla en un entretenimiento familiar.

Esa mezcla de novela policiaca británica clásica en ambiente caribeño y el buen humor siempre reinante entre los miembros de la comisaria de Honoré, junto a un inspector cuya indefensión le hace parecer un peluche necesitado de amor y cariño conforma esa serie blanca como la leche de coco. Eso es la serie: una piña colada, sin alcohol, con una sombrillita de color.

Superada la transición que supuso ir descabezando la serie de sus protagonistas principales, esta temporada ha servido para reafirmar los nuevos caracteres y se ha optado por incidir más en el aspecto humorístico en sus relaciones, más ligeras y sin componente dramático y sobre todo en encontrar una solución amorosa para Humphrey Goodman, derivado de los roles asignados a los interpretes, perfiles más planos, que llegaron para sustituir a los ausentes y que no solo no han conseguido que los olvidemos sino que cada vez los echemos más en falta.

Asiduo protagonista desde el inicio
El humor de la serie con Richard Poole era más inteligente que el desarrollado con Humphrey Gordon, las excentricidades de Poole son ahora meteduras de pata d’un Humprey tan patoso que se supone debería provocar risas, todo es más fácil y por tanto más asequible a mayor cantidad y diversidad de público; la presencia de Camille era la de una policía capaz mientras que la de su sustituta Florence es la de una perfecta secretaria; la quimica entre Dwayne (por cierto el único presente en los 40 episodios) y Fidel de compañeros y rivales no se logra entre Dwayne y J.P. más parecida a padre e hijo y por último la siempre interesante presencia de Catherine, madre de Camille, se ha visto reducida a mera comparsa casi sin diálogos desde que se fue su hija.

Lo cierto es que mientras los argumentos, enigmas con diálogos, siguen acaparando la atención, los papeles asignados a los protagonistas han bajado de nivel y en esta temporada son de una banalidad que raya en la tontería.

Hecha esta comparación, por demás necesaria, la serie sigue y ya se prepara
la sexta temporada. Recuerden una serie sin más pretensión que entretener sin trascender en reflexiones morales o denuncias sociales al más puro estilo whodunit.

El tema musical es una versión del reggae ‘You’re wondering Now’ escrita por Coxsone Dodd y que en su momento hicieran famosa The Specials.


You're Wondering Now (Opening Theme - Extended)

Lean aquí las reseñas de las anteriores temporadas:

1ª Temporada (con Richard Poole y Camille Bordey)
2ª Temporada (con Richard Poole y Camille Bordey)
3ª Temporada (con Humphrey Goodman y Camille Bordey)
4ª Temporada (con Humphrey Goodman, Camille Bordey y Florence Cassel)









jueves, 13 de octubre de 2016

El enigma de la calle Arcos de Sauli Lostal

Ante todo precisar que con El enigma de la calle Arcos nos encontramos ante la que está considerada primera gran novela de género policial en Argentina; lo segundo que no está clara su paternidad ya que el nombre de su autor parece ser claramente un seudónimo y lo tercero es saber que se publicó seriada por el diario Crítica a finales de 1932 y como volumen en 1933.

Es curioso como la novela ha acaparado más páginas de opinión y discusión centradas en su paternidad (entre las distintas posibilidades la que tiene más encendido debate es si fue escrita o no por Jorge Luis Borges) que no por su estructura narrativa y su argumento que en eso hay mayor coincidencia entre lectores y crítica en considerarla, incomprensiblemente, mediocre.

Y ni tanto ni tan calvo. En contexto la novela presenta los mismos tics para lo bueno que para lo malo que muchas otras obras europeas de su mismo estilo folletinesco de aquella época y no se debe juzgar con exigencia docta lo que solo es un entretenimiento. Y en eso cumple a la perfección.

El enigma de la calle Arcos lo constituye el descubrimiento del cuerpo muerto de Elsa Avilés, esposa de Juan Carlos Galván, en su habitación cerrada por dentro con un cerrojo y el autor no solo no esconde su pasión por la novela El misterio del cuarto amarillo de Gaston Leroux sino que emulándola (en ambas el protagonismo se lo lleva un periodista) pretende superarla y de ahí que el título conlleve directamente la palabra enigma como la otra llevaba misterio para que nadie se llame a engaño de lo que contiene en su interior.

Remite también, buscando paralelismos cercanos a su contemporaneidad a El doble asesinato de la Rue Morgue de Edgar Allan Poe con Auguste Dupin y a La cinta moteada de Arthur Conan Doyle con Sherlock Holmes.

El joven periodista Horacio Suárez Lerna del diario Ahora ejerce de investigador apasionado buscando colmar la necesidad de saber de todo periodista que se precie y sosteniendo que no ha sido suicidio sino asesinato se lanzará a una carrera detectivesca paralela a la del inspector César Bramajo a quien se le ha asignado el caso.

Una intriga que mantiene en suspense hasta el final y que entremezcla amores, amantes, juego clandestino, fidelidad perruna, rivalidad periodística y lucimiento policial. Que interesa tanto como novela de costumbres sociales y de comportamiento de los medios de comunicación como por el detalle de su investigación policial.

No estamos pues ante una obra que pretenda reconocimiento literario (el hecho de haber sido escrita con seudónimo no parece un intento de aumentar el interés sino que da una idea más encaminada, aunque cueste entender, de querer pasar desapercibida) sino ante un acertijo estructurado en forma de novela.

Sauli Lostal, sea quien sea, ha escrito la novela en ese formato popular de quien tiene una charla coloquial en un café y se refiere a una historia que le sucedió a alguien y que así se la contaron y lo combina con el redactado propio de una entusiasta crónica periodística.

Tan popular es el tono empleado que requiere que cada tanto se vuelva a llenar el vaso mientras el rapsoda va avanzando en el esclarecimiento de los hechos ante una concurrencia con la boca abierta.

¿Dónde estaría hoy la novela policiaca y la novela negra sin estos magníficos y atrevidos folletines?

domingo, 9 de octubre de 2016

Donde los escorpiones de Lorenzo Silva

Afganistán: encrucijada de
guerras y conflictos
Novela negra que transcurre en ese lugar donde los escorpiones son los amos.

Afganistán es un país encrucijada de guerras y conflictos armados que ha visto a lo largo de su historia como han desfilado numerosas banderas con el propósito, o al menos así se explica, de garantizar la convivencia. El éxito a tal loable intento parece cuando menos lejano sino imposible.

En una base militar internacional de la OTAN en Afganistán compartida por soldados americanos, italianos y españoles ha aparecido muerto en un barracón un suboficial español. Degollado con un cuchillo amapolero, ese que usan los campesinos locales para cortar y recolectar la sustancia que, tratada, da lugar a potentes drogas y a un lucrativo negocio para los sempiternos señores de la guerra.

El muerto pertenece a la Guardia Civil y Bevilacqua y su equipo son enviados a esa zona de conflicto, a 6.000 kilómetros de distancia de España, para encargarse de la investigación y resolver el asunto antes de que se vuelva espinoso.

Es un marrón pero ya sea en kilómetro 0 como en La Cañada Real o a larga distancia como Herat, un asesinato es un asesinato y si el muerto es del cuerpo más ahínco hay que ponerle y sobre todo si puede haber ropa sucia que lavar.

La lectura no ofrece duda alguna sobre el realismo del entorno, del clima, de la percepción de peligro, de la vida en el campamento y de las sensaciones que allí se viven, Lorenzo Silva es lo suficientemente riguroso como para saber que en sus argumentos fantasías las justas y además ha recopilado los datos de primera mano: ha conseguido un mejor documental que novela, donde chirría la parte policial, más floja que en anteriores entregas.

Hay más de docudrama que de novela negra y se diría que Lorenzo Silva ha suplantado la voz de Bevilacqua. Se le nota cómodo en su papel de querer “contar la realidad contemporánea española” como explica en sus entrevistas reivindicando un puesto entre las obras de análisis social hasta ahora reservado a historiadores y poco más.

Cuchillo amapolero
Así las reflexiones y diatribas, que dejándose llevar por el escenario y lo que allí se cuece toman el control de la novela, relegan la parte criminal al pretexto necesario para escribirla.

Algunos diálogos, puestos en contexto castrense en zona de guerra, suenan poco creíbles por demasiado literarios y la trama criminal resulta poco consistente. Lo que no quita que a la novela y a su autor se le note el oficio y su medido sentido del ritmo que hacen que la lectura se traduzca en placer.

Novena novela de la serie protagonizada por esta pareja de la Guardia Civil que no defraudará a incondicionales pero que viene a confirmar la ligera deriva que está tomando desde el parón que sufriera hace unos años.


En este mismo blog reseñadas las dos novela de Vila y Chamorro inmediatamente anteriores a Donde los escorpiones:





martes, 4 de octubre de 2016

El Caso, crónica de sucesos, serie tv

Una de las portadas reales de El Caso,
cuyo caso se trata en uno de los episodios
La serie de televisión El Caso, crónica de sucesos, ambientada en 1966, versiona la realidad cotidiana que se vive en la redacción del periódico y por extensión la de la población cuando aún todo el poder político, judicial, policial y eclesiástico lo ejercían los vencedores de la Guerra Civil empeñados en recordar su condición a todas horas y en todos los lugares.

El Caso fue un semanario de sucesos y hechos inexplicables y sobrenaturales que entretuvo a la población española durante más de cuarenta años desde 1952 y que aún hoy sigue en versión digital http://www.elcaso.net/ y a raíz del éxito de la serie televisiva viven una nueva etapa impresa (cada viernes en su kiosko).

La serie recrea en cada episodio en clave de cine negro, con una ambientación histórica muy precisa y una puesta en escena impecable, casos reales (documentados con entrevistas) o que bien podrían haberlo sido, manteniendo además una trama de continuidad que, siguiendo los patrones televisivos habituales, crece en protagonismo y tensión a medida que se acerca el final de la serie: el caso del inquietante Asesino del rosario, cuyos actos tocan muy de cerca al periodista Jesús Expósito.

Al hilo de los casos criminales tratados por el periódico, la serie va más allá y en una hábil mezcla de drama, comedia y thriller aprovecha para poner en evidencia la instrumentalización de los jueces y mandos policiales en manos de un régimen dictatorial que no duda en aplicar garrote vil, a la vez que denuncia la censura militar y eclesiástica a la que se sometía a los medios con tal de filtrar absolutamente cualquier noticia y también la dificultad de la mujer de entrar en determinados círculos por el machismo imperante inherente al régimen.

Clara 'Massiel' López-Dóriga (Verónica Sánchez)
y Jesús Expósito (Fernando Guillén Cuervo)
La serie es un fresco de la España negra, que el franquismo se empeñaba en ocultar, pintado a lo largo de 13 episodios por unos periodistas, a los que se rinde reconocido homenaje, que deben desafiar obstáculos de todo tipo disponiendo de escasísimos medios para poder publicar una noticia.

Los periodistas Jesús Expósito (Fernando Guillén Cuervo), antiguo policía desafecto al régimen, y Clara ‘Massiel’ López-Dóriga (Verónica Sánchez), una joven formada en Londres hija de un poderoso franquista, encabezan el elenco de un protagonismo coral donde los actores se meten en la piel de sus personajes conformando personalidades muy creíbles y en donde el conjunto propicia algo muy cercano a la excelencia teatral: los actores actúan, vocalizan y se les entiende.

Una serie donde la música hace más evidentes los silencios y acompaña las acciones como un protagonista más y en la que la fotografía retrata con imagen de definición tenue y sensación de luz natural unos ambientes grises como son las calles y el interior de la comisaría y del hospital y otros como la redacción del periódico y el interior de las viviendas con ese tono cálido que darían los intermedios de sepia. Todo un logro técnico con mucho mérito.

Una estética nada habitual en las series españolas que sumado a lo largo del metraje permite soñar que se está en el cine disfrutando de una película noir.

Una serie de calidad que no va a tener segunda temporada y deja por tanto tramas por cerrar. Hay quien piensa que en RTVE se han impuesto criterios políticos interesados en no reflejar, con cuidado detalle y con fuerte denuncia, esa época reciente de la historia de España.

Tal vez, en esta España actual y como pasa con el franquismo, la censura tampoco se haya superado del todo.


Equipo de redacción de El Caso al completo

El elenco protagonista principal lo conforman:

Director de El Caso, Rodrigo Sánchez (Fernando Cayo)
Redactor de El Caso y expolicía Jesús Expósito (Fernando Guillén Cuervo)
Redactora de El Caso Clara ‘Massiel’ López-Dóriga (Verónica Sánchez)
Redactora de El Caso Margarita Moyano (Blanca Apilánez)
Redactor de El Caso y boxeador Germán Castro (Gorka Lasaosa)
Secretaria de El Caso Paloma García (Teresa Hurtado de Ory)
Redactor de El Caso y miembro del OPUS Aníbal de Vicente (Daniel Pérez Prada)
Redactor y Maquetista de El Caso Aparicio Huesca (Ignacio Mateos)
Forense Rebeca Martín (Natalia Verbeke)
Comisario Jefe Antonio Camacho (Antonio Garrido)
Comisario ‘Peluso Miguel Montenegro (Francisco Ortiz)
Capitán del Ejército Cabrera (Raúl Tejón)
Esposo de Clara y diplomático Gerardo (Marc Clotet)
Actriz Laura, tía de Clara (María Casal)
Padre de Clara y miembro del Gobierno Fernando López-Dóriga (Carlos Manuel Díaz)



domingo, 2 de octubre de 2016

El bosque de los inocentes de Graziella Moreno

Este otoño atrevete a pasear por
El bosque de los inocentes.
El bosque de los inocentes es una novela negra confeccionada con el patronaje de un thriller neogótico, cuyo argumento incide en el sórdido mundo de la pederastia pero que se contiene en la forma de abordarlo dejando libertad a la imaginación de los lectores para visualizar lo que no se describe.

El bosque que circunda Rocablanca es un lugar de ensueño pero también de pesadilla, con flores de deliciosos olores y también chamizos con olor a humedad y dejadez, con ondulantes senderos donde pasear con libertad y también con cadenas y sogas para encarcelar, con armoniosos trinos de aves pero también con gemidos de impotencia y quejidos de dolor.

Rocablanca, un pequeño pueblo en las faldas del Montseny a poco más de una hora en coche de Barcelona, es la infancia de Iris, joven abogada idealista, y ahora vuelve a él, a casa de su tía, buscando recobrar el sosiego y el sentimiento de refugio que le falta últimamente debido a su reciente divorcio, el exceso de trabajo y unos sueños recurrentes que conforman noches de pesadilla e impiden el necesario descanso nocturno para la recarga de baterías.

Pero Rocablanca es ahora también refugio para un depredador humano que caza niños e Iris encontrará de todo menos la tranquilidad ansiada. A los psicópatas no se les ve venir hasta que es tarde: su habilidad como encantadores de serpientes les permite pasar desapercibidos, mimetizados con el entorno.

La investigación deambula por serpenteantes recovecos, como los que ofrece el bosque por donde transcurre y aprovecha piques entre fuerzas del orden, casualidades y los aportes de los distintos personajes, que poco o mucho siempre tienen algo que ofrecer, para ir avanzando hacia su resolución.

Graziella Moreno
Graziella Moreno ha escrito sobre un tema eternamente delicado pero no ha aprovechado al máximo la ocasión para sorprender al lector. Su trabajada novela ha acabado conformando una trama neogótica que picotea en todos los elementos que así la caracterizan: romanticismo, costumbrismo, criptas y pasajes ocultos, obras de arte reveladoras, personajes con halo de misterio, antiguas historias familiares y sobrecogedoras, referencias a personajes truculentos de siglos anteriores, bosques oscuros, apariciones y elementos sobrenaturales.


El resultado es una lectura fácil y aunque no consiga generar tanta tensión como se podría desear y la escritora resulte contenida en demasía, resuelve con solvencia la papeleta de entretener y seguro que con más páginas donde poder explayar lo que solo esboza hubiera redondeado la trama para nota.