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lunes, 12 de septiembre de 2022

El Mussol Maltès de Jordi Valero


Este 7 de septiembre de 2022 se ha emitido el primer programa de El Mussol Maltès en Radio Sabadell 94.6 una emisora con 90 años de historia y que se reinventó hace 20.

El Mussol Maltès, cuyo título rinde merecido homenaje a la novela y la película El Halcón Maltès, es una desordenada colección de fascículos auditivos sobre el mundo Noir en todas sus manifestaciones: literatura, cine, comic, teatro, gastronomía, moda, etc. Todo mezclado pero no agitado.

Historia e historias del mundo noir narradas en forma de relato punteado por cortes musicales que comparten cuerpo argumental.

Es un programa breve, entre 27 y 29 minutos o sea que permite ser escuchado con tranquilidad mientras cada cual hace sus cosas: andar, pasear al perro, hacer deporte, viajar, cocinar, esperar la vez, planchar, regar las plantas, hacer el vermú…

Y es mensual, con lo que no hay agobios ni urgencias. Si un mes tiene 43.200 minutos, ¿a ver si no se pueden dedicar 27 o 28 de ellos a escucharlo?

Y se emite en Radio Sabadell 94.6, el primer miércoles de cada mes a las 20:30 y, también en redifusión y queda accesible en la pestaña de programas de su web para ser escuchado a conveniencia; y también está disponible en las mejores plataformas de podcast como Apple Podcast, Ivoox, Spotify y otras más.

Y gratis. Nadie da tanto por nada. Suscríbanse a su plataforma de podcast preferida y recibirán una notificación cada mes cuando haya uno nuevo; sin excusa para no perderse ninguno.

Espero que les sorprenda y guste por igual, escuchen el primer fascículo: El Mussol Maltès 01 – Negra i Criminal (I) y que ustedes lo maten bien.

En catalán (y también en plataformas podcast)

https://radiosabadell.fm/podcasts?field_programa=30376

En castellano, en varias plataformas de podcast como:

Spotify  https://open.spotify.com/show/6xK0qKoJrcYK8JcMivHdTt

Ivoxx https://www.ivoox.com/el-mussol-maltes_sb.html?sb=el+mussol+maltes


Desde 2010 Blog Interrobang: reseñas y artículos de fondo.

Desde 2011 Twitter bloginterrobang: noticias e informaciones puntuales.

Desde 2019 Club de lectura nAvel·la criminal: presencial de escritoras noir.

Desde 2022 El Mussol Maltès: Historia e historias noir musicalizadas.

lunes, 9 de agosto de 2021

Los crímenes de Saint-Malo de Jean-Luc Bannalec

Cuando las postales dominaban la correspondencia veraniega, los puestos de venta rebosaban de dispensadores giratorios que ofrecían una amplia selección de imágenes a todo color. Para coleccionistas de souvenirs se vendían unos packs que enlazaban a modo de acordeón una selección de ellas que pretendía agrupar los aspectos más relevante: edificios, calles, esculturas, platos de típica gastronomía, vestuario particular...

Si las novelas de la serie del comisario Dupin que transcurren en la Bretaña son de ya de por si postales, la presente, Los crímenes de Saint-Malo, es uno de esos acordeones.

El comisario Dupin se encuentra en un seminario de temática policial en Saint Malo cuando paseando, y comprando quesos en un mercado callejero, se encuentra persiguiendo a quien acaba de cometer un asesinato.

El seminario queda en segundo plano ante la identidad de la víctima y los asistentes se agrupan para participar de la investigación, aunando esfuerzos, tácticas y conocimientos en un reto propuesto por sus superiores para materializar la intención del encuentro que no es otra que buscar la colaboración interdepartamental dentro de la misma región.

Y trabajo van a tener ya que no solo habrá un crimen a investigar como claramente indica el título de la novela: Los crímenes de Saint-Malo.

Dupin, acostumbrado a trabajar a su aire, consigue adaptarse a este nuevo método aunque eche en falta a su equipo que colabora como puede desde la distancia.

La trama criminal es de las más flojitas de las hasta ahora publicadas en la serie, sin embargo en la parte pintoresca y turística tal vez sea probablemente la más completa y estimulante. Especialmente por lo que a gastronomía se refiere: no la lean en ayunas ya que pueden desfallecer.

Las novelas de Dupin son un viaje de placer por esa región francesa que, a tenor de lo leído, rebosa en todo lo que precisa el mejor destino turístico posible: paisajes, playas, rincones, cielos, luz, colores, bebida, especialmente comida, leyendas…

Dupin es todo pasión, aunque su comportamiento poco social no lo sugiera, y su hedonismo ha encontrado en esa esquina noroeste de Francia el lugar donde vivirlo expansivamente.

Una novela de corte policiaco al estilo polar francés donde el costumbrismo tiene casi tanto peso como la trama criminal y que Jean-Luc Bannalec consigue reflejar a la perfección.

Ahora en verano es el momento óptimo para leer esta novela, y a la que el COVID permita los desplazamientos seguros y sosegados, la Bretaña es sin duda uno de los lugares a visitar. Sin prisas, para saborear cada rincón y cada bocado.

Las novelas del comisario Dupin se han ido reseñando en este blog:

El misterio de Pont-Aven

Muerte en las islas

Un crimen bretón

Un cadáver en Port duBélon

Desaparición en Trégastel

El Caso del Castillo de Comper

Asesinato en Concarneau


domingo, 19 de julio de 2020

Asesinato en Concarneau de Jean-Luc Bannalec

Asesinato en Concarneau sigue a las
predecesoras de la serie protagonizada
por Georges Dupin: gastronomía noir o
policial para gastrónomos.

La vida diaria de Concarneau, esa ville-close, esa plaza fortificada, ese famoso puerto atunero que le dice buenas noches cada día al sol en su diálogo con el mar, está viéndose alterada por una muerte que, una vez calificada de asesinato, evoca literatura policiaca de altos vuelos.

Y es que a lo largo de la investigación, que lleva a cabo el comisario Georges Dupin con un equipo diezmado y a la vez reforzado, se evidencian inquietantes paralelismos con el caso relatado por el inefable Georges Simenon en su obra titulada El perro canelo.

Georges Dupin, ahora no cabe ninguna duda: Georges por Simenon, Dupin por Auguste no puede sustraerse a la necesidad de leer esa otra novela (ni ustedes tampoco) y gracias a su aporte, resolver el caso.

Aunque no sea imprescindible leer las dos novelas, es una recomendación para disfrutar doblemente de dos buenas lecturas policiacas.

La muerte del doctor Chaboseau, coleccionista de arte y empresario con diversos intereses mercantiles, deja preguntas al aire y Dupin, que las oye, no duda en buscarles respuesta.

Estamos ante el caso número 8 del comisario Georges Dupin, quien se instalara en la Bretaña proveniente de París y que a pesar de entender ya muchas cosas de la cultura y la personalidad bretona aún sigue maravillándose cada vez que descubre nuevos aspectos de esa peculiar tierra y gente.

Y lo hace con tanto entusiasmo que contagia a quien lo lee y si alguien no ha estado en Bretaña y aun leyendo esta serie aún no ha tenido la tentación de ir con esta novela se rinden armas y se planifica ruta.

La Ville-Close de Concarneau

Jean-Luc Bannalec ha recuperado la esencia policiaca que inauguró la serie y muestra una obra de nuevo interesante desde el punto de vista criminal con las altas dosis de empatía costumbrista que le caracterizan y que acompañan todo el relato.

En este caso una trama bien urdida, en especial la vinculación con la obra de Simenon, y con suficientes pistas como para que cualquiera de las personas sospechosas pueda ser la culpable. Un crimen en habitación cerrada aunque con puerta abierta.

La Bretaña les da la bienvenida. Y el comisario Dupin y su fabuloso equipo policial les recibirán con los brazos abiertos y con la mesa dispuesta. Gastronomía noir. Policial gastronómico.

Otras reseñas de la serie en este blog:







domingo, 13 de agosto de 2017

Un cadáver en Port du Bélon de Jean-Luc Bannalec

La novela que combina mesa
y crimen.
Si en la anterior entrega protagonizada por esa alegría de hombre, es ironía claro, que es el comisario Georges Dupin aprendimos todo y más sobre la sal de Gueránde, en esta profundizamos en el apasionante mundo de las ostras, ya saben divertido como una ostra salvo que se la tenga en la mesa cuando se convierte en esplendido manjar para unos y aborrecible para otros.

Ostras cóncavas y ostras planas. Tallas de 0 a 5 en función del grosor siendo el 0 el mayor. Maduración de días a meses. Sabores a yodo, a seta, a mantequilla, a avellana… dependiendo de su lugar de origen y sobretodo del afinado… acompañadas de un frío Muscadet o Chablis o Pouillyfuissé o Puligny-Mountrachet…

De nuevo un recorrido por la Bretaña, de nuevo por su gastronomía y de nuevo relegando el aspecto policial a las vicisitudes de un comisario que sigue usando un teléfono que no precisa recarga (yo quiero una batería así), que sigue trabajando más horas que un reloj, que sigue exigiendo a su equipo el 110%, que sigue con su dolor de estómago, que sigue sin decidirse, o si, en eso del amor y de la vida en pareja, que sigue mostrándose huraño con quienes le quieren bien, en fin que sigue indeciso mientras resuelve un caso en el que ha aparecido un cadáver para después desaparecer el cuerpo y todo en medio de granjas del río Bélon dedicadas al cultivo de ostras.

A esto obedece la novela Un cadáver en Port du Bélon que combina mesa y crimen.

Ostra Bélon
Por suerte las indecisiones del comisario Dupin no tienen cabida en su faceta profesional lo que le permite resolver sus casos a satisfacción. Doble satisfacción si a la lectura se le suma un plato de ostras Bélon acompañado de un Muscadet servido a no más de 6 grados.

A pesar de que Dupin nos resulta entrañable y familiar la cotidianeidad en que se mueve, no podemos evitar criticar la deriva turística y gastronómica que va tomando la serie. Está tomando una deriva a sotavento que los que entienden de cosas del mar saben que es la más expuesta en una batalla y por tanto la menos aconsejable.

Esperemos que el autor Jean-Luc Bannalec enderece el rumbo y le de más peso al caso criminal y podamos degustar un buen crimen sentados a una buena mesa.

Los casos del comisario George Dupin se publican en verano y son la cita veraniega que no puede faltar para leer al lado de la piscina o del mar.

Las otras tres novelas son:

domingo, 25 de junio de 2017

Matar al padre de Yanet Acosta

Cuando el nikkei no es índice bursátil
sino comida.
A un padre se le puede matar literalmente, como a cualquier otro ser, o se le puede matar figuradamente cuando el hijo rompe el lazo de admiración y devoción profesados hasta la adolescencia y necesitado de seguir su evolución como persona con criterio propio se lanza a buscar sus aciertos y cometer sus propios errores.

Venancio Ven Cabreira recién llegado a Madrid después de una estancia en China está en eso de matar al padre y evolucionar. Nunca es tarde para ello y a pesar de que pierde ocasionalmente el sentido del sabor y del aroma, no pierde, a su pesar, el regusto a amargura que le provocan sus tareas como investigador privado a sueldo; fisgar en vidas ajenas le anima a conocerse a sí mismo y mejorar como persona en un momento de su vida en que siente el aliento del fracaso existencial en su nuca.

Lucy Belda, periodista gastronómica amiga de Ven, está cubriendo un congreso de cocina en Lima cuando desaparece Pedro Marino, un ponente, propietario de una cadena de restaurantes y defensor de las plantaciones de quinoa a la antigua usanza, cuyas palabras incitan al cambio social a partir de la cocina y que parece postularse incluso como presidente de la nación.

La quinoa cultivada por el pobre campesinado del altiplano está favoreciendo a ricos empresarios y distribuidores de medio mundo y no es cosa de dejarse pisar con huevadas que aluden a conciencia social e incitan a la lucha de clases. De ahí que a Pedro Marino haya más de uno que se la tenga jurada.

El argumento se desarrolla en dos tramas paralelas. La una recorriendo Perú y la otra recorriendo Madrid, que acaban confluyendo aunque, como la unión del Negro y el Amazonas, sigan manteniendo su idiosincrasia.

Yanet Acosta en quien se juntan la
gastronomía real y la ficción criminal
Yanet Acosta nos acerca una novela negra reflexiva, tanto a nivel personal como social, que nos permite disfrutar de su más que evidente madurez literaria manteniendo la gastronomía como medio para explicar estados emocionales y para contar tramas criminales. Las letras empleadas como materia prima a tratar y los recursos gramaticales como instrumentos para cocinarlas.

Mantiene su habitual punto transgresor al género al emplear los recursos más acordes a cada escena, a cada capítulo, aunque para ello deba mezclar cualquier sabor con cualquier otro de los cinco y de nuevo critica el postureo culinario, los nombres pomposos de técnicas y platos y el encarecimiento de productos básicos por culpa de modas insustanciales.

Y es que la buena cocina solo necesita producto de primera calidad poco manipulado y tratado en su justa medida como en la cocina nikkei omnipresente a lo largo de la novela.

La presencia japonesa en Perú, masivas inmigraciones en la encrucijada de los siglos XIX y XX, tenía que notarse por fuerza en la gastronomía. Los japoneses, al no disponer de sus productos autóctonos, procuraron buscar sustitutos entre los productos criollos aunque dándoles su toque culinario y ahí nace esa fusión surgida de la necesidad.

A ese mestizaje de la cocina peruana y japonesa dio en llamarse nikkei (que no tiene nada que ver con el índice bursátil nipón, aunque hoy algunos chefs le saquen alta rentabilidad y si con el hecho de que fuera el modo como se conoce a los hijos de los inmigrantes japoneses) y ha saltado del ámbito doméstico a restaurantes especificos.

Matar al padre es un rico, por sabroso y por valioso, aporte a la novela negra actual y la gastronomía es como el surf: depende que ola cojas estás arriba mirando al cielo o abajo tragando agua.

De Yanet Acosta se han publicado las reseñas:

- El Chef ha muerto (primera novela con Ven Cabreira como protagonista)

- No hay trabajo bueno novela negra a ritmo de western y con fuerte denuncia social.

Y les recomiendo leer A los hombres no les gusta mancharse las manos un relato corto protagonizado por Ven Cabreira, con mucha mala leche. Y esta no es de tigre.


domingo, 12 de marzo de 2017

Señales de humo de J. L. Rod

Recetas de Novela Negra para
foodies.
Raro es encontrar hoy en día novela negra y novela policiaca donde no haya bastantes más momentos dedicados a la comida y bebida que a puñetazos, cuchilladas o disparos; y en general esos momentos están más abocados a satisfacer necesidades alimenticias y placenteras que a vehicular acciones criminales mediante la transferencia de venenos.

De ahí que en los estantes negrocriminales haya amplia muestra de recetarios de platos extraídos directamente de las novelas o también de sus adaptaciones o interpretaciones según el gusto y la aptitud de quien los cocine.

Señales de humo es uno de esos recetarios: novela negra para foodies; una obra compuesta de varias capas donde en cada capítulo se dedica una pequeña entrada biográfica al personaje elegido tanto de novela negra como de novela policiaca o enigma, para a continuación presentar la receta de algunos de sus platos más identificativos.

El autor, J. L. Rod (seudónimo de José Luís Rodríguez) lector voraz, escritor noir y cocinero ávido de satisfacer sentidos además de deleitar paladares va aún más allá y no se conforma con biografía y receta y si: se atreve a maridar cada plato con la bebida que considera más adecuada (aunque el personaje no sepa ni tan solo que existe) y a sugerir la música perfecta para acompañar la ingesta y, plus de pluses, para no dejar nada al azar recomienda el título del personaje para leer acorde con todo el conjunto.

Servicio full equip. Ya solo falta que venga a casa a cocinarlo!

No se deja ninguno de los protagonistas de género típicamente gastrónomos por su mediterránea condición como Carvalho, Moltalbano, Jaritos, Brunneti, Ricciardi, Montale… ni tampoco de los otros gastrónomos como Maigret, Wolfe, o Scarpetta cuando le da por simularlo y por supuesto se atreve con todos los demás Holmes, Bosch, Hammer, Archer, Poirot, Gunther… incluso nos traslada a la antigua Roma con Didio Falco!

J. L. Rod
Busquen ese momento para la cocina recogida y para minorías, momento para dedicar unos minutos a preparar esos platos, abrir esas botellas, seleccionar esa música e ir leyendo en voz alta mientras los aromas en forma de Señales de humo bailan con las notas musicales que también flotan en el aire. Toda una fiesta!

Con esos platos se disfruta tanto preparando como comiendo y sobre todo compartiendo; y mejor si es con alguien también afín al género y aprovechar para charlar sobre el personaje y autor.

Se me ocurre, que seguro se le ocurrió a alguien antes y ya funciona, organizar clubs de lectura con comida incluida; eso sí, en petit comité para que el diálogo no se convierta en una olla de grillos que a pesar de que puedan estar buenos pertenecen a otra cultura gastronómica.

Señales de humo es ese libro que no debe faltar en una cocina negracriminal que se precie, al lado de otros ya considerados clásicos como los reseñados ya en este blog donde también hay recetas de gastronomía criminal y que pueden consultar pinchando sobre la Sección Gastronomía.

miércoles, 21 de diciembre de 2016

Están matando a los grandes chefs de Nan e Ivan Lyons

Crímenes espeluznantemente artísticos
y con un exquisito toque bon vivant.
Privar al mundo de las exquisiteces artísticas y gastronómicas de los grandes chefs, no solo por lo que hacen sino por lo que aportan permitiendo que otros muchos cocineros también sean generosos, es tan relevante como si se hubiera impedido a los genios del Renacimiento legarnos sus obras.

Un chef es un artista. Sus platos son obras de arte. Fruto de horas y horas de dedicación, ensayos, fracasos, pruebas y más pruebas hasta conseguir el resultado perseguido. Ha elegido cuidadosamente los ingredientes, el modo de cocinar cada uno y su presentación al servirlo. Ha buscado armonía de sabores, olores y colores. Ofrece un cúmulo de sensaciones al comensal concentradas en el poco tiempo que tarda el bocado en ser olido y degustado; tan efímero como una armonía musical, como el pico de un orgasmo, como el ensimismamiento que producen unos fuegos artificiales; tan efímero y tan placentero.

Y para ello no se necesita incorporar química ni cobrar abusivamente, aunque a la obra pictórica no se la tasa por la cantidad de pintura empleada ni a la escultura por el precio por kilo del material adquirido. Todo hay que ajustarlo a su contexto.

Asesinar a un chef, a uno de los grandes, a uno de los pocos, es absolutamente denostable y sin embargo alguien lo está haciendo; alguien se ha propuesto tal cometido y lo ejecuta con tal precisión en el detalle que su mise en place transmite la seguridad que tiene el artista antes de interpretar su solo; en este caso, su crimen.

Están matando a los grandes chefs con brillante planificación y mejor ejecución, los crímenes son espeluznantes y artísticos; cómicos sino fuera por lo trágico de su resultado. Cada asesinato busca en su mise en scène el paralelismo con el plato estrella de la víctima y el efecto final traspasa el simbolismo consiguiendo hacerle la boca agua a cualquier caníbal.

La novela incide en la crítica del ego sublimado que se les supone a los grandes chef y lo trata con humor satirizante evidenciando sus manías paranoides. Tiene en Natasha O’Brien, una gran repostera, activista feminista y columnista gastronómica, a su protagonista principal ya que las circunstancias la sitúan en tiempo y lugar de tal modo que resulta siempre la mejor sospechosa.

La secundan su ex marido Max Ogden, propietario de una cadena de Omelette fast food y Achille Van Golk alabado gourmet y editor de la revista Lucullus tan excéntrico como para emplear un exclusivo cognac como enjuague dental, vermut como colonia o de acomodarse a una dieta de adelgazamiento basada en exquisiteces de alto coste a base de reducir la cantidad pero no de prescindir de ninguna.

Cartel de la versión cinematográfica
de la novela
Achille Van Golk, verdadera alma mater de esta novela, es un egocéntrico, mordaz e insufrible snob (no se me ocurre nadie mejor para interpretarlo que RobertMorley que lo protagonizó en su versión cinematográfica de 1978, que no he visto (y salvo que alguien me convenza de lo contrario no pienso verla), titulada Pero… ¿quién mata a los grandes chefs? que contó además con Jacqueline Bisset, George Segal, Jean Pierre Casel, Philippe Noiret y Jean Rochefort, dirigidos por Ted Kotcheff y con música del gran Henri Mancini).

Nan e Ivan Lyons, que escribieron la novela en 1977, han combinado sabiamente los ingredientes para ofrecer un poco de todo, novela policiaca e inteligente comedia, humor y tensión, diversión y conocimiento gastronómico (no me importaría nada pero nada seguir los menús de la dieta de Achille Van Golk) con aporte extra de las estimulantes recetas, a título póstumo, de los grandes chefs asesinados.

Todo un placer sino fuera por el pésame, o sea un pésame placentero.

El recuerdo que les dejará la novela será tan efímero como su lectura pero durante la misma experimentaran buenas y agradables sensaciones, sobre todo a nivel de paladar (mucho mejor que la visión de la insulsa y absolutamente impropia cubierta tan estimulante como una comida de hospital. Sin sal).

Bon appétit!

jueves, 31 de marzo de 2016

Un crimen bretón de Jean-Luc Bannalec

Lectura sosa a pesar de la sal
En esta ocasión la excesiva pasión del autor por la Bretaña le ha traicionado hasta parecer que en lugar de una novela policíaca estamos ante un panegírico auspiciado por el Consejo para el Fomento de La Bretaña y en concreto por el Consejo Regulador de Sal de Guérande, si existieran, sin otro objetivo que atraer turismo y favorecer la proyección de la zona cultural, gastronómica y comercialmente.

La novela resulta sosa, por falta de sabor que no de sal ya que es claramente una novela cocinada a la sal; tanta que sobra.

Poco contenido policiaco, sútil y tímido intento de acercarse a la novela negra y mucho aprendizaje sobre la extracción de la famosa sal de Guérande, en cualquiera de sus formas desde gruesa a flor. Y mucho aprendizaje del golfo de clima mediterráneo de Morbihan y de toda la península de La Baule y …

Incluso el título, Un crimen bretón, es de vacío contenido. Un título igual de soso que anticipa lo que va a ofrecer que, simplificando, no es más que un enmarañado cuadrante de horarios de coartadas. Un cuadrante como el que configuran las salinas y donde las líneas que separan las celdas son caminitos embarrados de estrechez alarmante.

Es en uno de esos pasillos donde el comisario Georges Dupin es recibido a balazos lo que da pie a mojarse, y nunca mejor dicho, en agua con sal.

Al cabo de poco y con la aparición de un cadáver se inicia el caso propiamente dicho, en el que el comisario Dupin interviene un poco por azar al encontrarse fuera de su jurisdicción por lo que debe comportarse como invitado y en este sentido, el del ámbito estrictamente protagonista, hay que reconocer en honor a la verdad que su anfitriona, la comisario Rose (personaje muy interesante y que seguiría con gusto si genera su spin-off) se lo come, literariamente hablando, cocinado a la sal con mantequilla.

Comparación de Flor de sal y Sal gruesa
de las salinas de Guérande
Esta vez Jean-Luc Bannalec ha cedido a los maravillosos paisajes de unas salinas ya sean vistos a la salida del sol, al ocaso o bajo la luminosidad de una luna llena.

Una novela para el olvido y nueva ocasión para saber más de la Bretaña; esa especie de paraíso accesible donde son tan irreductibles, como Asterix y Obelix, que incluso tienen su propia bebida de cola, la Breizh Cola, con la que plantan cara ahora y siempre al imperialismo invasor.

Acompañen la lectura con un tartar de abadejo con limón y una copa de Chinon blanco frío pero sin pasarse, o casi mejor coman directamente y pasen de la lectura.

Si en cambio son absolutamente recomendables, como whudunit que busca, pretende y consigue entretenimiento, las dos primeras novelas de la serie y cuya reseña pueden leer sin salir de este mismo blog:





martes, 13 de octubre de 2015

Los crímenes de Ardeshir Villa de Kalpana Swaminathan

Gastronomía india y criminal
Imagínense que Miss Marple se llama Lalli y que en lugar de un sobrino escritor tiene una sobrina escritora. Imagínense que en lugar de tomar te en St. Mary Mead, Inglaterra, lo toma en Bombay, India. Y por último que en lugar de entretenerse resolviendo crímenes circunstancialmente lo hace resolviendo crímenes de forma oficial por encargo. Con todo esto tendrán a la protagonista de una serie de novelas policíacas al más puro estilo whodonit de la escritora india Kalpana Swaminathan que evoca, sin duda alguna y por ella reconocido, a la sin par Agatha Christie.

Los crímenes de Ardeshir Villa es una novela policíaca en toda regla y es la primera de esta serie.

Lalli y su sobrina, cuyo nombre no sabremos, son invitadas a pasar un fín de semana gastronómico en Ardeshir Villa, una preciosa residencia campestre cercana al mar, por su amiga Hilla que la ha restaurado y redecorado después de haberla heredado inesperadamente.

El cocinero, que no chef, tiene dos habilidades además de saber cocinar todo tipo de platos; la primera consiste en interpretar los deseos de cada comensal y otra más malévola que emplea para cocinar un plato a medida para cada uno que les retrotrae a un recuerdo del pasado. Para algunos agradable y para otros un secreto inconfesable.

Otros invitados coinciden con ellas, además de la sobrina de Hilla que va a cumplir dieciocho años y el cocinero. También, y sin ser invitada, una lluvia torrencial, que los deja aislados, hace acto de presencia. Y cuando se descubre el asesinato está claro por las circunstancias climatológicas que el culpable ha de ser alguien de dentro de la casa.

Por descontado que Lalli, por su trayectoria como policía ya jubilada y su experiencia en estos asuntos, se hace cargo del caso y ayudada por su sobrina va a desenmascarar al culpable que resulta serlo de más muertes.

Cada uno de los protagonistas, de edades muy distintas, tiene su carisma asociado a su estatus y oficio y su comportamiento social refleja el sistema de castas aún imperante en la India y en la narración se va conociendo su forma de ser y de pensar a través de diálogos con referencia a su pasado. Un fin de semana encerrados por la lluvia da para charlar, reir, enfadarse, amar, odiar e incluso matar.

Así la novela va situando a cada cual a través de su vestuario, su comportamiento frente a la comida, sobre todo los desayunos, su paciencia o impulsividad, su necesidad de brillar o pasar desapercibido y permite al lector formarse una opinión sobre quienes llegaran al final como cadáver y quien será el criminal.

Siendo el eje del encuentro en Ardeshir Villa un recorrido por la historia gastronómica de la India, no pueden faltar descripciones de platos que, si gustan de este tipo de cocina, hacen la boca agua mientras se avanza en la lectura, lo que no sucede tanto con el avance de la trama que tiene momentos de languidez contemplativa propios de la forma de vida oriental.

Nada extraño teniendo en cuenta que la percepción del paso del tiempo transcurre de forma diferente en la India y que la importancia o relatividad de los hechos se mide por una escala muy distinta a la de los occidentales. Es lo que tiene leer novelas de otros países: que hay que empatizar con sus usos y costumbres para poder entrar en la atmósfera de la trama.

Lo que no resulta para nada difícil ya que la autora ofrece información más que suficiente para ambientarse sin excesiva dificultad.


Kalpana Swaminathab
Kalpana Swaminathan hace que la novela esté narrada en primera persona por la sobrina anónima de Lalli y contiene perlas de humor inteligente que enriquecen el relato y una resolución final que no desmerece y que para los seguidores de Agatha Christie tendrá el retrogusto de estar leyendo una obra de la escritora inglesa, con modismos indios y estilo distinto, eso si, pero con la misma esencia y planteamiento.

Pudiendo seguir tomando té y sin echar en falta una didáctica charla sobre diversas clases de veneno con aplicación práctica.

jueves, 8 de octubre de 2015

La misteriosa botella de Petrus de Jean-Pierre Alaux y Nöel Balen

Solo en Francia se podía dar una serie policial que tuviera el vino, sus variedades, sus bodegas, sus viñedos y sus gentes como protagonistas. Si el vino en Francia es una forma de vida, era lógico que tarde o temprano se le diera la vuelta y se convirtiera en una forma de muerte.

La serie La sang de la vigne, La sangre de la vid, tiene a fecha de hoy 23 novelas de las cuales solo dos se han traducido al castellano, entre ellas la que nos ocupa: La misteriosa botella de Petrus; que, secuencialmente, ocupa la novena posición.

Benjamin Cooker es una enólogo de renombre y autor de una exitosa guía de vinos que cuenta con la ayuda del joven Virgilio Lanssien, un buen aprendiz aún en formación y tienen por costumbre no solo poner su nariz en las copas sino también en asuntos criminales por lo que queriendo o sin querer participan activamente en los casos con los que topan y a pesar de la reticencia policial.

El planteamiento argumental de La misteriosa botella de Petrus resulta francamente cautivador y en la línea de novela policiaca más clásica: un anciano es asesinado en su casa, en algo parecido a un crimen ritual ya que se encuentran doce copas, once vacías y una con vino. Petrus para mayor exactitud. De 1940 a primera impresión de Benjamin Cooker.

Petrus, palabra muy, pero que muy mayor cuando se habla de vino. Un vino que trasciende al vino. Un Pomerol excepcional que debe beberse con servil agradecimiento y en honor al santo que preside la etiqueta, con devoción casi religiosa.

Pero a medida que la trama avanza y los asesinatos se suceden, no en balde hay tantas copas expuestas, e intenta volverse compleja para explicar los motivos de tales crímenes y se remonta a la segunda guerra mundial va perdiendo su forma y su compostura como beber sin saborear. Una lástima echar a perder un vino así.

Jean-Pierre Alaux y Nöel Balen, sobradamente conocedores de la cultura vinícola y del jazz, a quienes hay que envidiar por esas razones, derivan hacia el chauvinismo, bien entendido, y dedican más páginas a explicar y elogiar al vino que a tejer la trama criminal. Y en este caso y teniendo buenos elementos: vino, jazz e Historia, el resultado final no está a la altura. No es un vino redondo. Y esto en un Petrus no es aceptable.

En estos tiempos en que la novela negra y policial vende hasta lo que no está escrito resulta curioso ver como esta serie no tiene tirada por aquí; claro que si la leen los lectores habituales del género les va a saber a poco  y si los lectores son bebedores de buenos vinos la cata les resultará igual de insustancial.

La primera novela de esta serie, Muerte entre los viñedos, ya fue tratada en este blog. Pinchen aquí para leer la reseña. En esa ocasión el vino escogido fue un Sauternes, nada más y nada menos que un Château d’Yquem.

Yo aún no he tenido ocasión de probar ni uno ni el otro y para evitar seguir babeando durante las lecturas y poner las novelas perdidas voy a dejar de leer esta serie caso de que se sigan traduciendo.

viernes, 5 de junio de 2015

Un cadáver entre plato y plato de Tom Hillenbrand

La peor situación para un chef
Por suerte para los chef no es habitual toparse con un cadáver entre plato y plato ya que el plato no servido va adquiriendo frialdad al tiempo que rigidez, vamos ni más ni menos que lo que sucede con un cadáver. Y ya no se sabe que hacer con él. Con el plato quiero decir.

Al chef Xavier Kieffer le acaba de suceder. Atiende en su restaurante Les Deux Églises a quien se comporta como un crítico gastronómico, si su entrenado olfato no lo engaña.

Y todo el esmero en la elaboración de los platos y la exquisita atención empleada en el servicio, con el fin de causar buena impresión, queda en nada ya que el cliente muere sin darle tiempo a escribir su crítica si es que ésta era su finalidad al recalar en este pequeño y prácticamente desconocido restaurante en el corazón de Luxemburgo.

Y a Xavier le entra la curiosidad por saber quien era este cliente, que le llevó a su restaurante y si su muerte ha sido natural o ha habido algún elemento activador (que espera y desea no estuviera en su comida).

Y aunque su experiencia como investigador se limite al de los ingredientes y formas de cocción y maridaje en su cocina, el asunto lo atrapa de tal manera que lo aleja de su zona de confort para meterlo de lleno en un torbellino detectivesco en el que literalmente se juega la vida.

Una vista de donde vive Xavier Kieffer
en Luxemburgo
En la novela van apareciendo, a medida que el argumento lo requiere, nuevos y curiosos personajes como si estuviéramos ante un menú degustación del que se van sirviendo sucesivos platos, cada uno distinto del anterior. Buscando sorprender con cada nuevo giro en la trama como un menú lo pretende con cada nuevo plato.

Un guión que ofrece satisfacción a las distintas tipologías de lectores que se le acerquen; así quienes busquen una novela policiaca, encontraran ese sabor, aunque algo diluido; quienes acudan a la llamada del thriller notarán también esa textura, aunque algo blanda; los foodies encontrarán recetas y orientaciones satisfactorias, que también hallarían en un libro de cocina; los fans de las guías culinarias olerán por encima con que intereses y criterios se elaboran las recomendaciones; los teleadictos a los programas con cocinero mediático se hallarán en su salsa y por último los ecologistas y los naturistas se relamerán de gusto con el ligero sabor picante de la denuncia explicita sobre el uso y abuso de aditivos y complementos alimentarios y sus consecuencias sobre la salud.

Ya ven un menú para todos los gustos. Y eso es lo bueno de la novela. Y eso es lo malo de la misma: esa mezcla de comida tipo rancho que cubre el aspecto nutricional pero poca o ninguna pretensión hedonista complace.

Tom Hillenbrand, cocinero escritor
Tom Hillenbrand ha escrito un libro y le ha salido un potaje con mucho caldo y pocos tropezones. Y eso para un cocinero como él es imperdonable. Aún y así los que se van degustando tienen sabor y calidad suficiente como para desear que hubiera más.

Bajo la etiqueta de thriller gastronómico hay una tibia crítica a los intereses de las grandes corporaciones de alimentación y despierta el interés como consumidor para que comprendamos que para satisfacer la demanda, excesiva para la producción actual, se recurren a sucedáneos químicos sin pudor. Todo sea por el dinero.


El mensaje es claro: hay que estar al tanto con el etiquetaje de los productos que compramos. Igual que hay que comprobar que el etiquetaje de las editoriales para con sus productos sea también el adecuado, no sea que pensando que compramos una novela policial nos encontremos con un caldo de verduras deconstruido.

domingo, 1 de febrero de 2015

El caso del mayordomo asesinado por Marco Malvaldi

Las novelas son distintas unas de otras, pero las hay que además de serlo tienen la capacidad de demostrarlo de forma insultantemente atrevida y simpática. El caso del mayordomo asesinado es de esas.

Refresca al género de novela policíaca y lo consigue con desparpajo y saliendo airosa. El título (un acierto editorial ya que el título original Odore di chiuso, Olor a cerrado, se refiere al rancio abolengo de la familia y su poca apertura a las nuevas realidades) ya es una premonición: muere quien debería ser el asesino, por cierto, tópico tan falso como repetido, y precisamente con este guiño el título ya realiza toda una declaración de intenciones.

El castillo del barón Alinaro Bonaiuti, séptimo barón de Roccapendente, es el escenario del crimen. Crimen en habitación cerrada mediante envenenamiento, donde todos los presentes son sospechosos: el conde, sus hijos, su madre y la dama de compañía, las primas solteronas, la doncella, el capataz, los dos invitados y el mayordomo Teodoro, aunque éste sea la víctima bien pudiera ser incluido en la lista.

Personajes de tipología, oficio y beneficio que, por si no fuera evidente, el autor los caricaturiza con tal hipérbole de hechos y tal histrionismo de actos que son dignos, todos ellos, de formar parte de una representación teatral. Pero no como actores de carne y hueso sino como polichinelas de un teatro de marionetas de llamativos maquillajes.

Si la novela El caso del mayordomo asesinado en lugar de leída fuera cantada sería, sin duda, una ópera bufa. Y alguien podría considerar su escenificación.

Marco Malvaldi no solo homenajea a la clásica novela de detectives británica respetando el escenario más genuino, un castillo, solo que ubicándolo en Italia, en la Toscana, sino que aprovecha también para lanzar una ácida crítica a los que disfrutan de títulos nobiliarios como privilegio recibido por la gracia divina. Que en esa época poca gracia hace.

Interior de un castillo en la Toscana
Describe la realidad en la que vive ese representación de la nobleza, una realidad extinta que solo existe en ese hábitat que circunda el castillo. Y lo hace royéndoles hasta el tuétano, para no dejar ni una de sus miserias por mostrar.

Y lo hace con humor negro aunque tenga que recurrir al sarcasmo al no practicar la fina ironía británica. Y lo mismo acaba sucediendo con la trama criminal que se despacha con rapidez al no disponer del entramado de sospechas que seduce en la novela policial británica.

El autor compensa con la mezcla de voces narrativas en la que a la omnisciente que preside la obra, pone la suya ya sea como primera persona (cuando cambia de registro y narra con expresiones actuales fatigado de impostar el lenguaje de finales del XIX) o como tercera persona (cuando se refiere al autor de la novela para explicar lo que se está leyendo). Valiéndose de los distintos instrumentos para ir punteando la melodía principal.

Resulta una lectura entretenida, ágil y bien estructurada. Y además es corta.

Marco Malvaldi es el autor de la Trilogía del Bar Lume:




Tal vez prefieran acompañar la lectura degustando el plato principal de la novela y que ha llevado de cráneo a Pellegrino Artusi, hasta el punto de incluirla en su recetario de próxima publicación:

El brazo de gitano salado (no tiene forma de brazo aunque la receta si es gitana)

Ingredientes:

500 gr de atún en aceite
2 pimientos amarillos
300 gr de pan duro
100 gr de aceitunas negras
2 huevos
2 dl de leche
3 cucharadas de aceite
20 gr de mantequilla
40 gr de pan rallado para rebozar
0,5 dl de nata de cocina
2 tallos de apio de palmo de longitud
Perejil picado

Preparación:

Precalentar el horno a 200º

Deshuesar las aceitunas y reservar. Desmenuzar el atún con un tenedor, escurrir gran parte del aceite y reservar. Escalibar los pimientos, pelarlos, quitarles las semillas y cortarlos a cuadraditos y reservar.

Poner la leche en un cazo y llevarla a ebullición, retirar y dejar ablandar el pan en ella.

En una paella poner el aceite y sofreír el apio troceado y en cuanto coja color añadir el pimiento y remover y casi inmediatamente (el pimiento ya está cocido) añadir el atún desmenuzado, seguir removiendo para que reduzca y añadir las aceitunas deshuesadas, el pan ablandado y escurrido, el perejil picado, sal y pimienta al gusto, remover bien todo y sacar del fuego poniendo la masa en un cuenco y dejar que se enfríe.

Una vez fría, añadir los huevos y mezclarlo todo con los dedos y añadir la nata líquida y seguir mezclando para que se incorpore homogéneamente.


Engrasar con la mantequilla una fuente para horno y espolvorear el fondo con la mitad del pan rallado, a continuación volcar la masa, alisar y cubrir con el resto de pan rallado y poner a cocer en el horno precalentado hasta que esté dorado.