lunes, 1 de mayo de 2017

La mala hierba de Agustín Martínez

Una lectura que sigue doliendo
una vez finalizada.
La maldad habita en cualquiera pero suele escoger para anidar el huésped más adecuado a sus intereses. Aquel que le permita desplegar toda su gama de atrocidades y es que, una vez manifiesta, la maldad se viene arriba y su creatividad es ilimitada.

Cuando el mal echa raíces en alguien ya no se va. Es como La mala hierba, esa que surge salvaje haciéndose sitio de forma nociva entre el resto de plantas a pesar de su inocuo aspecto. La mala hierba es la que sobrevive cuando otras caen.

Jacobo, Irene y Miriam, hija adolescente del matrimonio, son víctimas de la crisis; deben abandonar su cómoda vida urbana y deshacerse de su casa y de su Mercedes y emprender, sin alternativa y sin dinero, una nueva etapa en un cortijo desvencijado que Irene heredó de sus padres, a medias con su hermano Antonio, en Portocarrero.

En Portocarrero: puerta del desierto de Almería; donde el calor y la calima no dejan refrescar las ideas y sus habitantes tienden a la cerrajón de mentes y a defender con uñas y dientes lo que tienen y lo que consiguen conservar pese los envites del clima mientras se llevan bien de puertas afuera; de puertas adentro es otro cantar.

Jacobo, Irene y Miriam viajan al pasado de Irene. De la ciudad al campo. De una vida con futuro y vistas a calles repletas de gente, vehículos, tiendas y edificios a una vida sin futuro y vistas a un paisaje resquebrajado, reseco, árido y vacío. Desierto de Almería.

Un tremendo choque vivencial que tiene sus repercusiones y del que nadie, ni lugareños ni forasteros sale indemne.

Una noche, en el cortijo, Irene es asesinada a tiros y Jacobo, malherido, sobrevive al ser dado por muerto. La violencia descarnada azuza la tranquilidad de la colmena y agrieta lo suficiente los caracteres como para que salgan al exterior sentimientos reprimidos y las abejas pican a quienes las molestan.

La lluvia en el desierto de Almería
crea surcos en la tierra
En Portocarrero llueve poco pero cuando lo hace se desea que pare. Las tormentas llegan de repente igual como se van pero mientras el cielo se vacía la lluvia golpea con la rabia de un boxeador golpeando el saco de entrenamiento.

El agua caída recorre el suelo y crea surcos en la tierra arenisca y yerma como la frustración, los celos y la humillación crean cicatrices en las personas. Surcos y cicatrices que nunca desaparecen, si acaso ahondan.

Agustín Martínez recoge una historia de sentimientos y la descarga como inclemente lluvia en Portocarrero porqué es el tipo de lugar donde la calma es solo apariencia.

La trama corre por esas cicatrices y las hace palpitar hasta que los sentimientos que las originaron toman las riendas del comportamiento desplazando la razón y la lógica. Cualquier cosa que guíe los actos suplantando el entendimiento conlleva al ser humano a cometer desbarajustes y algunos de daño irreparable.

Y Agustín Martínez sabe mostrar esas debilidades y darles voz propia. Ellas son las que hablan en la novela. Un inquietante thriller capaz de mantener el corazón en un puño durante toda la lectura.Lectura que sigue doliendo una vez terminada.

Ya en Monteperdido, su anterior novela (léan aquí la reseña) Agustín Martínez mostraba esa habilidad por crear climas humanos tóxicos que resulta abono inmejorable para desarrollar angustiosos thrillers de ambientación rural.

miércoles, 26 de abril de 2017

Alex Clément ha muerto de Lepage y Rieu

Inteligente, interesante e inquietante.
Marsella está que arde por una ola de atentados que tiene a todo el mundo atemorizado y casi sin ánimos para salir a la calle. En medio de esta tragedia colectiva se desarrolla otra individual que tiene el efecto dominó de afectar a terceros.

Alex Clément ha muerto y como sucede con tantas otras muertes, se ha interrumpido una secuencia de hechos planificada; citas agendadas ya no se realizarán y acuerdos pactados no se cumpliran. La muerte no atiende lo pendiente.

Mathieu Arthaud, un estudiante de derecho, junto al portero del edificio, ha encontrado el cadáver del señor Clément en su piso y cuando regresa después para recuperar unos documentos se encuentra con Alice, limpiadora a horas, y después llega Antoine, el pizzero y se desencadena la trama que antecede a la tragedia ya que nadie sabe lo que el señor Clément se traía entre manos.

La trama se desarrolla en tres capítulos, o mejor en tres actos y mientras que los dos primeros presentan distintas acciones realizadas por distintos protagonistas, en realidad estas se suceden en el mismo tiempo solo que en lugares distintos, preparando así un crescendo en la tensión y en el interés quedando todo preparado para resolverse en un tercer acto final más que sorprendente.

La trama, en todo momento en clave de humor negro, transita encallando situaciones para luego desencallarlas de la forma menos deseada para quien las sufre con lo que origina un nuevo giro y una nueva complicación y así hasta un retorcido final.

Resulta un guión, de la prolífica Delphine Rieu, muy bien planificado y la trama elegida para su desarrollo es la más adecuada para este género noir al que tan bien representa con un dinámico ritmo narrativo cuajado de suspense, intriga e ironía, del destino, pero feroz ironía en todo caso y presente de principio a fin.

Mathieu, Alice y Antoine
El dibujo, a cargo de Emmanuel Lepage, es dinámico a juego con la trama, cada viñeta muestra movimiento, no hay planos estáticos ni tan solo en los compases de espera.

El ritmo está presente en cada trazo y sirve para encadenar una viñeta con la otra para que la narración sea sumamente fluida y mantenga la expectación.

El cómic no tiene color pero de tan amplia como es la gama de grises, que la acuarela se encarga de aplicar capa sobre capa, se podría decir que está coloreado en luminoso blanco y negro.

Inteligente, interesante e inquietante. No se lo pierdan.


domingo, 23 de abril de 2017

Clavos en el corazón de Danielle Thiéry

Clavos por cuya herida se desangra
la vida.
Los clavos en el corazón del comandante Maxime Revel son temas no resueltos; temas que permanecen clavados como espinas y con su dolor recuerdan su inquietante estado.

Por causa de su oficio son casos criminales abiertos a los que no ha podido dar carpetazo por falta de pistas o por falta de pruebas; y por su situación familiar, uno de esos clavos corresponde a la desaparición nunca aclarada de su mujer. Una noche de diciembre, hace ya diez años.

Por eso vive como vive, muriendo, literalmente, en vida, ya que no cuida lo muchísimo que fuma, lo bastante que bebe, lo poco y mal que come y lo menos que duerme; sin contar la desastrosa relación que mantiene con su hija Léa, adolescente que sufriendo también la ausencia de su madre lo somatiza siendo anoréxica en un intento desesperado de no seguir creciendo esperando que ella vuelva y poder reanudar la relación desde la infancia truncada.

Sea lo que fuere que llevara a su esposa Marieke a desaparecer tuvo como resultado que se rompiera el puente, en realidad Marieke era el puente, que unía a padre e hija. Y ahora mantener un dialogo a gritos desde una a otra orilla no es forma de comunicarse.

El dramático hecho de su desaparición coincidió en tiempo y lugar con el asesinato a cuchilladas de un matrimonio anciano, los Porte, que regentaba un bar, Les Furieux; caso que tampoco se resolvió. Y este crimen es el segundo clavo que conforma el plural: Clavos en el corazón.

El comandante Maxime Revel vuelve recurrentemente a esos dos sucesos con la esperanza de encontrar algo que, pasado por alto, le de luz en su oscuridad. Mientras tanto la vida sigue y ahora tiene entre manos el asesinato de un famoso, una vieja estrella del rock, que ha de resolver antes que los periodistas los desborden y los medios revuelvan en la basura.

Por suerte en la comisaría cuenta con un buen equipo, como profesionales comprometidos, como compañeros solidarios y como personas empáticas que están a su lado para lo que haga falta. Y en ese lo que haga falta, se incluye todo. Es una lástima que siendo la novela tan corta y habiendo tantos personajes no de tiempo a desarrollarlos con mayor detalle, tal vez en entregas ulteriores tengamos esa suerte.

Danielle Thiéry
Danielle Thiéry sabe de lo que escribe ya que es a lo que ha dedicado su vida profesional: alcanzando el cargo de Comisario de División, y lo narra con toda rigurosidad sin dejar resquicio para la duda o el debate pero en ese estilo que caracterizara Simenon donde se excluye la pasión y se ralentiza el ritmo, lo que se traduce en una lectura interesada por conocer el desenlace pero poco interesante en su concepción.

Clavos en el corazón ha sido Premio Quai des Orfèvres 2013.

miércoles, 19 de abril de 2017

El santo al cielo de Carlos Ortega Vilas

El santo al cielo presenta una
cubierta más que elocuente.
- A propósito Jordi, ¿qué día es hoy? –me pregunta Aldo acercándose por encima del hombro.
- Eh…, diecinueve de abril, señor – contesto sin dejar de escribir la reseña de El santo al cielo y señalando con el dedo el ángulo inferior derecho del monitor.
- Diecinueve de abril. Día de san Expedito
- ¿Señor?
- Expedito. Un Comandante de una legión romana de principios del siglo IV que fue tocado por la gracia de Dios y aceptó su conversión de forma expedita por eso se le asocia con los temas urgentes y el no dejar para mañana lo que puedas hacer hoy; es, a su vez, junto con Santa Rita y San Judas Tadeo, abogado de las causas imposibles.

Aldo Monteiro es así, Inspector Jefe de la Brigada de Homicidios y Desaparecidos de la Policía Nacional y también un martirologio andante.

Y tiene tan buen olfato e igual aptitud para un desempeño como para el otro; cuando sigue una pista, cuando su intuición se afina, no deja que nada lo despiste, no deja que se le vaya el santo al cielo ni que nadie le pise el fregao.

El caso que le ocupa no es de santos, o si pero de santos caídos. Tiene más de infierno que de cielo. Y además esconde secretos de un pasado para nada cerrado. Tan abierto estaba que de él han salido sus sombras a teñir el santoral y a velar el presente. Y a velar al difunto.

El cadáver de un hombre ha sido encontrado en su domicilio; el hedor es insoportable pero no inhabitual. El joven teniente Julio Mataró de la Guardia Civil va a ser su compañero en la investigación; dos cuerpos policiales heterogéneos para un único cuerpo descompuesto y para mayor misterio hallado en un piso cerrado por dentro.

Empieza el relato y una investigación que va a recorrer distintas localizaciones y va a tener suficientes ramificaciones como para deslizarse por las 557 páginas a ritmo de imparable thriller.

Carlos Ortega Vilas
Carlos Ortega Vilas sorprende con una novela que tiene tanto de negra como de policial y todo de buena; relata con una prosa relajada, acompasada y elegante una historia de gran contenido humano. Pero no de su contenido sacro sino más bien del sacrílego.

El autor compone una historia muy meticulosa, por lo que se refiere tanto al pasado como al presente y elige unos personajes para su representación muy sólidos y de marcadas identidad y carisma con los que no cuesta nada empatizar hasta sentir en carne propia sus preocupaciones, dolores y desvelos.

Presenta los hechos de forma clara y aun sabiendo casi desde el principio quien es el muerto y quien el asesino revela que el misterio sigue intacto y demuestra con gran maestría como es capaz de mantener la tensión en todo momento e incrementarla con subtramas y giros que tan pronto avanzan por libre como se entrecruzan como convergen para volver a separarse pero siempre encajando sin fisura alguna en el todo argumental.

La alternancia de capítulos con distinto protagonista permite al autor desarrollar dichas subtramas y al lector disfrutar de una posición privilegiada a vista de pájaro y aun así la novela no pierde ni un ápice de interés y eso se debe a un dominio del lenguaje y del tempo narrativo muy elogiable y a una rara habilidad para elaborar unos diálogos medidos y muy convincentes.

La investigación discurre desde el martes 5 de diciembre, día de San Sabas hasta el jueves 28 de diciembre día de los Santos Inocentes. La historia empezó mucho antes y aún no ha acabado.

Léanla sin dudarlo y cuanto antes, no sea que por una cosa u otra les suceda como a aquel cura que en plena misa hablando de las virtudes de un santo se olvidó lo que iba a decir. Se le había ido el santo al cielo.



viernes, 14 de abril de 2017

A dúo de Concha Román

Un thriller que empieza en Sevilla, en
Semana Santa y cuya investigación
avanza a ritmo de costalero.
Los casos de corrupción existen y han existido en España desde hace mucho pero ahora, cuando más se conocen, se divulgan y se persiguen, son perfecta carne de cañón para los escritores de thrillers y de novela negra.

La corrupción conlleva asociados muchos más delitos y es lícito que los escritores fabulen sobre esos hechos imaginando escenarios y tramas y quedándose cortos ante lo que ofrece la realidad.

Cada país adecua los argumentos de su novela negra y sus thrillers a su entorno social, a su nivel de criminalidad y a la tipología de esta para ser creíbles y favorecer así la complicidad de la comunidad lectora que a pesar de saber que lee ficción necesita que esta se sustente en aspectos comprobables.

El modus operandi ha de concordar con el modus vivendi.

El título A dúo era suficiente, deja con ganas de saber más; añadirle la coletilla: un thriller sobre la delincuencia de cuello blanco encorseta y etiqueta la novela que ofrece más de lo que anuncia. El afán de posicionar el libro frente a competidores nos desvela de qué va el argumento: un intrincado thriller de corrupción empresarial y urbanística.

Por suerte la trama, de gran complejidad y embrollo, con muchos protagonistas tanto en el bando investigador, que combina policías, como el comisario Juan Noceda, con la agencia de detectives privados Sierpes & Cool (una asociación tolerada que no concertada) como en el bando investigado da juego, giros y sorpresas propias de un thriller que se precie.

El entorno familiar, de amigos cercanos y empresarial de la víctima alberga las primeras sospechas. Habrá que profundizar en sus relaciones personales y profesionales para confirmarlas o descartarlas, aunque la mano de alguien profesional parece estar al acecho.

La trama transcurre en 2011 cuando los estragos de la crisis son motivo de conversación constante y de desesperación permanente. Un thriller que empieza en Sevilla, durante las fiestas religiosas de Semana Santa, con el asesinato de un alto directivo de un importante grupo empresarial y cuya investigación va avanzando lenta y pesadamente a ritmo de paso de costalero con visión limitada.

Los costaleros no tienen una visión global de la realidad
Los entresijos económicos fruto de la contabilidad creativa de las empresas con ánimo de delinquir son madejas entremezcladas por gatos juguetones y recomponerlas no es tarea fácil: a cada tirón de hilo puede obtenerse un nudo.

Concha Román, la autora, ha trasladado a literatura apuntes de periodista de investigación; el estilo es detallado pero conciso sin contemplar el adorno. El ritmo narrativo tiene algo de urgente y a veces provoca la sensación de estar leyendo notas extraídas de un bloc o de una agenda y otras veces de leer un memorándum lo que permite que la lectura se desarrolle como participante activo de la investigación.

A dúo consigue soliviantar, lo que para una novela es un lujo; consigue que los ciudadanos de a pie, buenos cumplidores de sus deberes sociales se indignen todavía un poco más ante la clara evidencia de que siendo malo se vive mejor.