lunes, 12 de enero de 2015

El gran frío de Rosa Ribas y Sabine Hofmann

Isabeliiiita pobreciiiiita
Tener éxito no es sinónimo de triunfar, como si estás a la vista no necesariamente es bueno que te miren. Eso es lo que le ha pasado a Ana Martí.

Ana Martí es la joven periodista que desde los ecos de sociedad de La Vanguardia Española (el gentilicio fue añadido después de la guerra; innecesario explicar porque) pasa a cubrir un luctuoso hecho y se ve envuelta en la resolución de un crimen que culmina con éxito y, al parecer, insuficiente discreción ya que al empezar esta novela, El gran frío, la encontramos dimitida y recolocada en El Caso.

Eso sí, firmando con seudónimo, ya fuera el de Sabino Rivas o también Periquito Martínez; que lo de la mujer capaz como un hombre aún no tiene cabida. Y redactando casi de tapadillo ya que oficialmente trabaja para Mujer Actual donde las crónicas de sociedad siguen teniendo fans de lectoras y una pluma femenina no desentona.

El Caso: semanario de sucesos
El Caso, el único y gran diario de sucesos, cuya cabecera lo dice todo. Un diario con una tirada de 100.000 ejemplares.

Un diario presente en todo tipo de hogares que tampoco se libró de la censura: en los reportajes de ciertos delitos no se mencionaban nombres o las circunstancias se relataban a medias, dejando algo a la interpretación, todo bajo malabarismos lingüísticos y empleo de un léxico plagado de eufemismos.

Los crímenes comunes eran mostrados con luz y taquígrafos, siempre se detenía al culpable o a quien confesara serlo, que para eso la policía contaba con medios muy persuasivos. Los crímenes políticos o se camuflaban de comunes o no se mencionaban. Y si no sale en los diarios no existe. Y máximo publicar un crimen por semana. No vaya a ser que alguien crea que en la Nueva España no hay seguridad ciudadana.

Han transcurrido cuatro años desde que conociéramos a Ana Martí, ahora tiene 28 y se nos muestra más madura, más cauta y con más prurito periodístico si cabe. Acaba de cubrir el asunto de la Enana de los Ciegos y ya su jefe, Enrique Rubio, en un cameo muy creíble, le está encargando verificar el embrión de una manifestación de fe. De un posible milagro.

Las Torres, ficticio pueblo de Teruel, es el lugar. Su entorno montañoso, de clima hostil y alejado, de forma harto desagradecida, del mundo, casa perfectamente con ser el lugar elegido para una revelación religiosa.

A la pequeña Isabelita, la santita, le sangran estigmas en las palmas de las manos y las plantas de los pies.

Pobreciiiiita Isabeliiiita.

Y el pueblo anda conmocionado por el hecho. El cura, en su ciego fanatismo, ve la capilla de una santa que lo eleve a él en los altares. El alcalde ve el negocio que traerán las peregrinaciones al pueblo. Y el resto de habitantes comulga en lo que el poder les dé a creer.

Ana Martí debe ver más allá de los signos y su criterio servirá para certificar si está ante un fraude o ante un verdadero milagro.

Como todo pueblo de la época, estamos en 1956, el asentamiento de los principios surgidos de la Guerra Civil son sostenidos básicamente con la ignorancia. Los pequeños dejan la escuela pronto para faenar y el nivel cultural siempre está por debajo del de la nieve.

Hay más devoción por el cura, Benito Tena, que por el maestro, Miguel Fábrega. Hay más sumisión por el señor amo, Julián Maestre, que por el alcalde, Onésimo Sandoval. Con el sargento de la Guardia Civil, Don Ignacio  hay distancia mutua. Con Aurelia Anglada, la patrona de la pensión, hay respeto y sentimiento de vergüenza. Y para Mauricio, el bonachón del pueblo, hay pescozones.

Los protagonistas principales responden a arquetipos tradicionales en lo nacional y son presentados con toda la parafernalia existencial que se les supone en un tiempo y en un lugar como el que nos ocupa. Son un vivo retrato de tantos y tantos semejantes que vivieron en otros pueblos y que aún hoy tienen descendientes que los emulan en sus actos más deleznables.

Y cuando una copiosa nevada encierra al pueblo en sí mismo y corta las conexiones con el exterior, magnífica conseguida extrapolación de la novela Tres Ratones Ciegos de Agatha Christie, solo falta que salte una chispa y aparezca un cadáver para que en un ambiente claustrofóbico como el que se vive en Las Torres todo salte por los aires. El monstruo está dentro. Y la inocencia es la única arma capaz de ganar la batalla.

La novela es un alarde de literatura bien escrita. Las palabras justas en cantidad y adecuadas en acepción. El ritmo narrativo lento como el tiempo climatológico pero inexorable como el tiempo como unidad de medida. El horror va tomando cuerpo para mostrarse tangible a poco del final.

Cuando lo irracional se descubre terrenal es cuando todo encaja y muestra que en la oscuridad, en la negrura, es cuando los temores se vuelven evidencias.

El gran frío penetra en los cuerpos y en los hogares; pero cuando más duele es cuando entra en el alma. De allí no sale.

Sin lugar a dudas una gran novela. Costumbrista y negra. Y de denuncia. Desde las entrañas.

Rosa Ribas y Sabine Hofmann escriben con un nivel de calidad que resulta muy de agradecer por todos los tipos de lectores y con el que consiguen elevar el nivel de la novela negra al que se merece.

Han creado un personaje, Ana Martí, que transpira veracidad en un entorno y una época que documentan como si realmente estuviéramos allí. En esa época en la que algunos si estuvieron.

De las mismas autoras, la primera novela de la serie protagonizada por Ana Martí también reseñada en este blog


6 comentarios:

  1. Estoy contigo Jordi. Creía ser Antoñita la fantástica cuando encontré el paralelismo con los ratoncitos ciegos, pero veo que nó. También sentí frio,no todo el mundo lo sintió(cuestión de sensibilidad), al leerla y lo pasé amablemente a lo largo de sus páginas. Ninguno de sus libros me ha defraudado y siempre espero el próximo igual que la conducción, como hasta ahora, de alguna mesa redonda en las jornadas de Barcelona Negra. Rosa se crece en el escenario y es un placer escucharla.
    Un abrazo.

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    1. Es una novela de piel y esa es una capacidad que, por desgracia, cada vez tienen menos escritores.
      Un abrazo!

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  2. Yo aún estoy pendiente de leer Don de lenguas, desde que escuché a Rosa Ribas en la Semana Negra me ha quedado esa espinita clavada. Lo malo de apuntar novelas en estos festivales es que no sabes nunca cuando vas a poder hacerles un hueco. Yo espero que sea pronto, porque luego estoy segura de que tendré que seguir con esta. Saludos

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    1. Lo malo de Rosa Ribas es que todo lo que escribe es bueno.
      Saludos!

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  3. Apuntado queda. Por cierto, casi a modo de off topic, ¿pudiste ver el primer capítulo de la serie acerca de Víctor Ros? No he degustado nada de la obra de Jerónimo Tristante así que tampoco puedo valorarlo en su justa medida, pero correcto al menos fue.
    Un placer leerte como siempre, Jordi.

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    1. No, no lo vi. Suelo grabar las series y hacer visiones por inmersión de varios capitulos ya que de una semana por otra pierdo el hilo. Pero si quiero verla.
      Saludos!

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